Inmigración de emoción contenida a un grito

Inmigración de emoción contenida a un grito

Por JOHN M. BRODER
LOS ANGELES.-
Quizá fue el discurso. En enero de 2004, el Presidente George W. Bush habló en la Casa Blanca sobre el desgastado conjunto de leyes de inmigración del país. “El sistema”, dijo, declarando lo obvio, “no está funcionando”.

Aunque nunca mencionó la amnistía para los inmigrantes ilegales, eso es lo que los críticos escucharon cuando dijo que se debía permitir a los trabajadores temporales solicitar la ciudadanía. En la mente de esos críticos, ese discurso fue suficiente — ¿por qué se debía dar paso libre a los ilegales? — y estallaron.

La inmigración siempre ha polarizado a Estados Unidos, y ha sido un tema contenido durante años. Pero el debate ha alcanzado un tono estridente, avivado por los vituperios en los programas radiales, las protestas masivas por parte de los inmigrantes y en ocasiones el feo debate en torno de quién merece ser estadounidense.

Las tensiones llegaron a un nivel tan alto la semana pasada que el Presidente Bush trató sin éxito de calmar las aguas en un discurso transmitido en horario estelar.

¿Cómo las cosas se pusieron tan mal? Es difícil definir el punto de transición de cualquier asunto, pero en este caso, todo se remonta al discurso de 2004.

El presidente propuso lo que es en esencia un compromiso: un conjunto de principios para guiar la recomposición del sistema, incluyendo un estricto control de la frontera mexicana y una forma limitada de amnistía para algunos inmigrantes ilegales que han estado en el país durante años.

 Bush no varió mucho esa postura la semana pasada. Pero la indignada reacción sugiere que la inmigración es un tema como el aborto, en el que ambos bandos están profundamente atrincherados, y creen en sus principios absolutamente. Y como con el aborto, nada parece animar tanto a un lado del debate sobre inmigración más que las acciones del otro bando.

Antes del discurso del presidente hace dos años, los locutores radiales en todo el sudoeste habían criticado periódicamente la “invasión” real o imaginaria de trabajadores ilegales a través de la frontera. John Kobylt de “The John and Ken Show” en KFI-AM en Los Angeles dijo que la inmigración ilegal había sido un tema ocasional en su popular programa. “Pero ese discurso, en que el presidente anunció que estaba en favor de la amnistía, realmente nos provocó”, dijo. “Nuestros radioescuchas saturaron a sus congresistas con llamadas y correos electrónicos, y estaban mil a uno contra la propuesta de Bush”.

Aunque la campaña de reelección de Bush rápidamente se enfocó en la guerra, el terrorismo y el matrimonio entre homosexuales, el tema de la inmigración continuó en ebullición, mantenido vivo en programas de radio y por los políticos en los estados fronterizos que estaban luchando con los costos de las escuelas, clínicas y prisiones para los millones de trabajadors indocumentados en sus estados.

Hacia fines de 2004, surgió un ejército de ciudadanos conocido como Minutemen para patrullar una frontera que sus organizadores decían había sido entregada a los inmigrantes ilegales. Los Minutemen protagonizaron su primera “acción” fronteriza cerca de Tucson, Arizona, en abril de 2005, atrayendo a cientos de voluntarios en camionetas y vehículos todo terreno, armados principalmente con sillas de jardín y binoculares. Fueron seguidos por cientos de reporteros de todo el mundo que no pudieron resistir la historia de los vigilantes del Viejo Oeste. El gobernador Arnold Schwarzenegger de California elogió al movimiento, y Lou Dobbs de CNN empezó a dedicar horas en su programa nocturno a lo que llama las fronteras rotas.

 Los Minutemen luego desaparecieron de la vista, pero otros mantuvieron el tema vivo. El representante Duncan Hunter, republicano de San Diego, declaró que el país estaba bajo sitio y demandó fondos para un muro de 4.5 metros de altura que separara a los dos países. En el verano de 2005, los gobernadores de Arizona y Nuevo México declararon estados de emergencia a lo largo e la frontera, quejándose de que sus repetidos pedidos de agentes adicionales para la Patrulla Fronteriza y fondos federales para pagar los costos de la inmigración ilegal habían sido ignorados por Washington.

Bill Richardson, el gobernador de Nuevo México y simpatizante de los derechos de los inmigrantes, dijo que los gobernadores de los estados fronterizos no tienen el lujo de hablar sobre la inmigración una vez cada dos años, cuando parece políticamente ventajoso. “Este es un asunto fundamental para nosotros”, dijo en entrevista telefónica la semana pasada. “Los estados están soportando la carga de los costos de este problema”.

Mientras tanto, los inmigrantes y sus simpatizantes en el movimiento laboral, los grupos de derechos civiles y las iglesias estaban a la defensiva, pero haciendo calladamente su planeación. Apoyaban algunos elementos del plan del presidente, pero había poco ímpetu en el Congreso para una legislación amplia sobre la inmigración.

Trabajando al principio detrás de bastidores, y sin el megáfono de los medios, estas fuerzas crearon una coalición en favor de derechos más amplios para los inmigrantes, incluida la eventual ciudadanía y acceso a escuelas, licencias de conducir y atención médica. Los sindicatos Service Employees Union International y Unite Here, que representan a trabajadores en fábricas de ropa, hoteles y restaurantes, inscribieron a trabajadores y cabildearon ante la AFL-CIO para que se uniera al movimiento.

Tuvieron un aliado en la comunidad empresarial, que durante años había defendido un flujo de inmigración relativamente libre para tener una fuente constante de trabajadores de bajos salarios.

Sus intereses se unieron en una propuesta hecha el año pasado por un grupo bipartidista de senadores encabezado por John McCain, republicano de Arizona, y Edward M. Kennedy, demócrata de Massachusetts. Adoptaba algunos de los principios de Bush, incluido un programa de trabajadores invitados y la legalización de algunos trabajadores ilegales y sus familias. Todo parecía ir sobre ruedas. Entonces se dieron dos vacantes en la Suprema Corte, y el plan del Senado se estancó mientras el Comité Judicial se ocupaba de las nominaciones.

La acción pasó en diciembre a la Cámara de Representantes, donde una propuesta del representante James Sensenbrenner, un veterano defensor de controles de inmigración más estrictos, encolerizó a la base pro-inmigrantes en una forma en que no había hecho el plan del Senado.

Sensenbrenner orquestó la aprobación por parte de la Cámara Baja de un proyecto de ley torpemente redactado, conocido como HR 4437, que convertiría en criminales a los inmigrantes ilegales y a los empleados de iglesias y oficinas de beneficencia que les ayudaran. El nombre del legislador se volvió una grosería en español.

Sensenbrenner afirma que su proyecto de ley ha sido malinterpretado, usándolo para encolerizar a los latinos y sus aliados. Dijo que la estipulación sobre el delito criminal fue un error y prometió corregirla. También dijo que las monjas católicas no tienen que pedir una “green card” (o identificación de residente) antes de servir un plato de sopa a un inmigrante hambriento.

“La Hermana Mary Margaret y el Hermano Rafael no tienen nada de que preocuparse”, dijo Sensenbrenner en una entrevista. “Eso es ridículo y es un punto controversial usado por la gente que tiene una agenda”. Para los defensores de los derechos de los inmigrantes, la medida Sensenbrenner fue un regalo. Los programadores de música en español tomaron como ejemplo a la radio derechista y movilizaron a su público.

En Los Angeles, Eduardo Sotelo, que utiliza el mote de El Piolín, y Ricardo Sánchez, conocido como El Mandril, se unieron a otros programadores de música para convocar a cientos de miles de inmigrantes y sus simpatizantes en un mítin en Los Angeles en marzo y en un boicot al trabajo y la escuela el 1 de mayo. Otros grandes mítines pro-inmigrantes tuvieron lugar en todo el país, convocados por mensajes radiales, organizadores sindicales y el apoyo del clero católico.

Cecilia Muñoz, vicepresidenta para políticas del Consejo Nacional de La Raza, un grupo de derechos civiles, dijo que su organización y otras habían estado tratando durante años de conseguir la aprobación de un proyecto de ley que incluyera algunos elementos de las propuestas de 2004 de Bush. ¿Qué proporcionó la chispa para los gigantescos mítines de esta primavera que finalmente captaron la atención del público? Los Minutemen, los locutores radiales conservadores y el proyecto de ley de Sensenbrenner, dijo.

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