Contrario a la idea común de que la inmigración hace perder empleos a los trabajadores nacidos en el país receptor del flujo de trabajadores extranjeros, una investigación de los tres economistas que se ganaron el premio Nobel de Economía 2021 demostró que puede darse lo contrario, que los empleados locales se benefician de la nueva inmigración, y son los inmigrantes llegados antes los que corrían el riesgo de verse afectados de forma negativa.
También descubrieron que un aumento en el salario mínimo por hora no afectaba al empleo, lo que desafiaba la creencia tradicional de que subir el salario mínimo reduciría las contrataciones.
El experto de origen canadiense David Card, profesor de la Universidad de California en Berkeley, recibió la mitad del premio. La otra mitad la comparten Joshua Angrist, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, y Guido Imbens, de 58 años y nacido en Holanda, que trabaja en la Universidad de Stanford.
En el caso de Card, es conocido por el uso de métodos de experimentos naturales para identificar el efecto de la inmigración o del salario mínimo en el mercado laboral.
Card estudió el éxodo de Mariel: en 1980, 125,000 cubanos expulsados por el régimen de Castro por el puerto de Mariel se instalaron en Estados Unidos, la mayoría en Miami. Estudió cómo esta ciudad absorbió este flujo de personas, comparando los indicadores económicos con los de otras ciudades.
Card también trabajó en una investigación sobre restaurantes en Nueva Jersey y el este de Pensilvania para medir los efectos de aumentar el salario mínimo. Además desmontó el mito de que los inmigrantes hacen bajar los salarios de los trabajadores nacidos en el país de acogida.
Angrist e Imbens obtuvieron la mitad de su premio por resolver los detalles metodológicos que permiten a los economistas sacar conclusiones sólidas sobre causa y efecto cuando no pueden hacer estudios de acuerdo a estrictos métodos científicos.