Una iglesia que no tenía parqueo, decidió solicitarle a una empresa vecina que le dejara usar el suyo los domingos, ya que la empresa no laboraba ese día. El dueño, un buen hombre, accedió gustoso. Le puso una sola condición: que un domingo cualquiera, sin avisarles siquiera, el parqueo no estaría disponible para los feligreses. El sacerdote aceptó muy contento, pero sintió curiosidad sobre por qué esa condición de un día cualquiera, sin avisar siquiera, y le preguntó en qué cosa usaría el parqueo ese domingo. “En realidad no pienso utilizarlo en nada. Pero necesito que ustedes siempre recuerden que el dueño soy yo”. Conviene preguntarnos qué va a ocurrir el día que las autoridades decidan sacar los venduteros, pedigüeños y buhoneros ilegales criollos y haitianos de las vías públicas. Cuando esto se haga vendrán de la ONU y otras instituciones a reclamarnos, y una serie de ONG nos acusarán de inhumanos y xenófobos. La creciente presencia haitiana en las calles, ocupando, a veces solos y, mayormente, juntos a dominicanos, incluso espacios prohibidos por ley; estacionados con sus carromatos y tarantines en cualquiera acera o calzada, incluidos Naco y Piantini. Se sabe, y nada se hace, que estos ocupantes pagan coima a autoridades y buscones protegidos.
Es necesario observar atentamente la reciente iniciativa del alcalde de Santiago Abel Martínez, quien ha estado desalojando ocupantes de áreas públicas de circulación y esparcimiento.
Lo que ocurre en zonas rurales es preocupante, pero los campesinos no saben llegar a los medios o no advierten el potencial peligro, o se sienten impotentes. Inmigrantes ilegales suelen juntarse en espacios y colmadones en áreas rurales, y con frecuencia producen situaciones no fáciles de controlar por las escasas y sobornadas “autoridades del orden”; aunque generalmente son pacíficos. Sin embargo, muchos dominicanos pobres están obligados a compartir sus vecindades con personas extrañas, cuyo idioma desconocen, indocumentadas, de las cuales ni siquiera las autoridades mantienen registros de avecindamiento.
Estos inmigrantes no vienen con sus familias, ni residen en una vivienda familiar, sino que en barracones y petit-motels de hombres solos, lo que implica un alto nivel de impredecibilidad, hacinamiento y promiscuidad.
Este patrón de asentamiento colectivo de varones extranjeros sin identificación es absolutamente inaceptable en cualquier lugar del mundo. La promiscuidad y la delincuencia suelen ser muy altas, pero los locales lo ven mayormente como “asunto de ellos”, y también se los dejan a la policía, que los extorsiona. La prensa, por su parte, no da suficiente lugar a estos temas, acaso porque no se ven bien en las fotos, o por temor a ser señalados como xenófobos. Hay demasiados problemas en el país, y a este pocos le ven la inminencia y relevancia. Muchos comunicadores se ocupan solo de defender a sus patrocinadores. Los militares no pueden defendernos porque ni son violentos, ni vienen armados; tan solo traen su hambre… y un dinerito para los guardias, y otros agentes del comercio ilegal migratorio, el cual está ocupando espacios territoriales, sociales, diplomáticos y políticos que serán muy duros de recuperar.