La Dirección General de Migración ha advertido a los productores agrícolas -a los bananeros en principio- que no deben contratar indocumentados extranjeros. Y aunque ese esfuerzo debe ser bien visto, de principio hay que hacer el reparo de que si los extranjeros indocumentados llegan a las plantaciones es porque primero han logrado ingresar al territorio nacional, de manera furtiva o consentida por flaquezas en los controles de ingreso, sean cuales fueren.
La inmigración de indocumentados es un problema de muchas naciones. No es exclusivo de la nuestra. La mejor manera de atenuar ese fenómeno es logrando que los extranjeros legalicen su estada y puedan trabajar si reúnen las aptitudes necesarias. Aquí la contratación de braceros indocumentados se ha hecho fuerte gracias a las debilidades del sistema.
Así que, además de advertir a los productores, es necesario buscar la forma de eliminar los coladeros fronterizos y perseguir con efectividad a las mafias que trafican con ilegales y a los cómplices que les facilitan el trabajo. La mano de obra indocumentada es más barata que la nativa, y eso lo saben los productores, los constructores y otros sectores que los emplean. La pregunta es qué hacemos para evitar el desplazamiento de los braceros nativos. El problema es más complejo de lo que parece. Estados Unidos es un buen ejemplo.

Venezuela: Por un detente al caos

La violencia se ha agravado en Venezuela y la cifra de muertos en movilizaciones va en aumento. Hasta ahora, nada parece capaz de ponerle pausa a la confrontación violenta entre un gobierno que no respeta derechos ni reglas y quiere apartarse del sistema interamericano, y una oposición que tiene lugares bien ganados por las vías institucionales que el régimen se empeña en pisotear y desconocer. Hay un proceso de desgaste económico y social de un país otrora floreciente, y alimentar ese proceso es la peor sinrazón de lo que está ocurriendo.
Es evidente que los venezolanos, por cuenta propia o ayudados por países y organizaciones amigas, tienen que encontrar la manera de evitar un colapso, sin que el esfuerzo signifique merma de los espacios conquistados en buena lid por la oposición.