Inmigrantes traen nueva vida a poblado de Pensilvania  

Inmigrantes traen nueva vida a poblado de Pensilvania  

Pensilvania, EE.UU. AP. Hazleton era un pueblo minero que estaba en decadencia, con una población mayormente blanca y envejecida. Su infraestructura estaba en deterioro y carecía de un ambiente artístico.  

Entonces, ¿por qué han venido tantos hispanos?   Porque es mejor que de donde vinieron.   En 2010, la población de Hazleton era 37% hispana, según el censo federal.

Alrededor del 80% de los hispanos son dominicanos, calcula Amilcar Arroyo, miembro de la junta del proyecto de integración de Hazleton y quien ha vivido en la ciudad desde hace 23 años y dirige un periódico en español.  

Hazleton es una ciudad de 13 kilómetros cuadrados (cinco millas cuadradas) y unos 25.000 habitantes, a 90 minutos de Harrisburg.

Es la segunda o tercera parada de la mayoría de los dominicanos después de haber pasado por los barrios neoyorquinos de Brooklyn y el Bronx o las poblaciones de Newark y Paterson, en Nueva Jersey.  

“Es tranquilo”, dijo Efraín Avilés, quien vivía en Brooklyn y se mudó en octubre. “Algo mejor para los niños. La vivienda es mucho más barata. Para vivir en Nueva York en un apartamento de dos habitaciones paga 1.500 dólares.

Aquí, usted alquila la casa completa por 700 dólares”. Además, hay trabajo. Hay empleos en procesadoras de carne y en almacenes de Amazon y Michael’s, que no requieren estudios superiores.  

Llegan después que sus familias les imploran mudarse. Gran parte de la población dominicana de la ciudad puede trazar sus raíces a una sola ciudad: San José de Ocoa, dijo Amílcar.  

Cuando la población hispana comenzó a crecer en la década del 2000, aumentó la tasa de delincuencia en Hazleton, pero no era nada en comparación con la violencia que muchos de los nuevos residentes vieron en las calles de los barrios exteriores de Nueva York.  

Muchos de los recién llegados eran pobres y carecían de seguro médico. Durante años, el hospital incurrió en déficit debido al alto número de personas que visitaban la sala de emergencias y que no podían pagar.

En un primer momento alquilaron viviendas, lo que hizo poco para elevar la recaudación de los impuestos necesarios para financiar el aumento de estudiantes en las escuelas.  

El actual congresista federal Lou Barletta, quien entonces era el alcalde, y sus aliados culparon de los problemas a los inmigrantes ilegales que llegaron con la afluencia hispana, e insistían en que la ciudad le daba la bienvenida a todos los inmigrantes legales.  

El Concejo Municipal aprobó una ordenanza, promulgada por Barletta, que castiga a las empresas que contrataran a quienes luego se descubriera que residían ilegalmente en Estados Unidos.  

No había manera de identificar con facilidad quién era legal o ilegal, ni de decir con exactitud cuántos inmigrantes ilegales habían llegado a Hazleton. Muchos hispanos sintieron que Barletta los estaba discriminando.  

Un tribunal derogó la legislación, pero el paisaje ya había cambiado. Barletta era una celebridad entre los medios de comunicación conservadores y Hazleton era un símbolo. Sin embargo, los hispanos siguieron llegando.

Entre 2000 y 2010, la población de Hazleton creció en unas 2.011 personas. Sin eso, la población total del condado de Luzerne habría disminuido durante el mismo lapso. Ese crecimiento fue hispano casi en su totalidad.  

A medida que la comunidad hispana se establece mejor, sus miembros han comprado casas y coches. En la percepción de algunos dueños de negocios, “las familias pobres” ya eran “familias jóvenes y en crecimiento”.

Las cadenas minoristas ampliaron su presencia, y las empresas locales también vieron aumentar sus beneficios netos. Aunque el sistema hospitalario todavía atiende a muchos pacientes sin seguro, sus números dejaron de ser rojos y son negros desde hace dos años.  

Dado que los costes de arranque de un negocio son muy bajos, muchos de los recién llegados abrieron tiendas de barrio, restaurantes y salones de belleza. Las tiendas de discos, los negocios de reparación de electrónicos y otras pequeñas empresas que cerraron en la mayoría de las calles céntricas hace 20 años, reaparecieron.  

La calle Wyoming es un hervidero de negocios hispanos, mientras que Broad Street —alguna vez el centro comercial de la ciudad— languidece. Al otro lado de la calle donde está la Cámara de Comercio, todo lo que queda de una tienda es su fachada.  

Carmen DeLese, que ha sido la dueña de la panadería Carmen’s Bakery and Deli durante 50 años, espera que la nueva ola de empresarios hispanos siga avanzando y que con el tiempo revitalice el final de la calle, donde ella está.

“Hubo un momento en que algunas personas decían ’Ellos tienen muchas personas que están aquí ilegalmente’ o ’No hablan inglés”’, dijo DeLese. “Creo que eso va a cambiar.

Sólo es cuestión de tiempo hasta que las personas se acostumbren unas con otras”.  Joe Maddon, quien nació en Hazleton y es el manager del equipo de béisbol de los Rays de Tampa Bay, tuvo una idea: construir un centro comunitario que integre a los viejos residentes con los que creció y a los recién llegados, a los que él ve como una parte importante de su futuro.  

Maddon fundó el año pasado el Proyecto de Integración de Hazleton. A medida que el grupo recauda fondos para el centro, sus miembros tratan de iniciar el trabajo de presentar a la gente y tener éxito donde otros han fracasado.  

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