Dos niñitos lindos, anglosajones, como gustan decir allá “deleitaron” al presidente Xi Jinping cantándoles y recitándoles en chino. Fueron los hijos de Ivanka, nietos del presidente Trump quien agasajó al mandatario chino en su “palacio veraniego” de Mar-a-lago en 2017, momento que aprovechó la “primera hija” para promover el registro de marcas comerciales y permiso para construir “decenas de spa”.
Evidentemente Trump no había “descubierto” aún que China era gobernada por el Partido Comunista.
Después desencadenó su guerra arancelaria contra China para frenar el “robo” de Beijing y eliminar el déficit comercial que tenía, y tiene, con Beijing. Ante el desastre con el coronavirus, vio en China la posibilidad de echarle la culpa y quedar limpio.
Con el nombramiento de Mr. Pompeo la inteligencia le informó que en China eran comunistas y por ende, eran malos, muy malos. Desde entonces cambió la terminología a utilizar, replicada por articulistas y algunos medios. Ya no era el “Gobierno chino” sino el “régimen de Xi Jinping”.
Las “autoridades chinas” fueron sustituidas por “comunistas chinos”. El Partido Comunista fue identificado como el gran enemigo. Recientemente se repite sin cesar que una periodista fue detenida “por buscar pelea”.
Si lee la noticia completa descubres que fue por cuestiones de seguridad divulgando información falsa y verter declaraciones a Radio Free Asia, del Gobierno de EEUU que difunde información contra China, además de cooperar con el periódico Epoch Times publicado en New York por disidentes chinos difundiendo todo tipo de divagaciones y calamidades sobre Beijing y el cual, por lo difícil de creerle, se distribuye gratuitamente en 35 países.
¿Quién financia? Adivinen. Si usted digiere rápidamente las noticias y no las somete al trabajo de los “jugos gástricos” cerebrales es presa fácil de desinformación.
La llegada de expertos de la OMS a China para investigar la situación en Wuhan ha soltado todos los demonios.
“Casualmente” han surgido “estudios” basados la mayoría en entrevistas y comentarios de disidentes o críticos cuyas declaraciones se toman como verdades definitivas. Hace poco una universidad famosa reportó un estudio satelital de hospitales de Wuhan en julio de 2019, antes del brote, “descubriendo” gran cantidad de carros en parqueos, “reflejo” de una crisis de “fiebre y diarreas” y “evidencia” de que el brote ocurrió antes de lo reportado.
El mismo informe aclara que en esa época del año es usual casos de gripe y diarreas. Le parecerá insólito y hasta simpático pero el “pupu” se convirtió en argumento geopolítico global. No sorprende que la Casa Blanca pida desde ya que la misión llegue “al fondo del brote” y advierta que evaluaría la “credibilidad de las conclusiones”.
Exigen que las conclusiones sean coherentes con lo que ellos previamente han determinado. Inevitablemente China reaccionó y exhortó “a respetar los hechos y la ciencia” y denunció el intento de politizar el trabajo. Personalmente, dudo que Biden vaya a confrontación abierta; necesita a China.
Los líderes chinos anteriores no fueron objeto de tanto odio pero con Xi Jinping se exacerbó por su impulso a la economía, la proyección del país, su defensa de la globalización y libre comercio y su proyecto universal de la Franja y la Ruta.