He insistido en muchas ocasiones, e insisto, en la pertinencia y urgencia de que en el país se promuevan programas de estímulo a la “investigación y desarrollo” –pasando por el camino de promover el estudio de las ciencias –que sirva de plataforma a una profunda y dinámica política de “innovación” ya que con ella, y solo con ella, podrá elevarse el sector industrial a los niveles que requiere la economía nacional. Se ha avanzado, es cierto; desde el Centro de Desarrollo y Competitividad Industrial se ha logrado, superando obstáculos objetivos, y por supuesto que también subjetivos, registrar escenarios de innovación y modernización en algunos sectores; es, sin dudas, loable y gran avance, pero aún insuficiente. El mismísimo Banco Mundial reconocía recientemente que el país “ha mejorado notablemente su diversificación de productos” alcanzando una base exportadora más diversificada. Un camino correcto e imprescindible. En esta columna he referido que en visitas efectuadas a algunas industrias encontré unidades con tecnología de punta que producen con eficiencia y rentabilidad. No por gusto el sector empresarial reconoce la gestión de las instancias públicas con la responsabilidad de promover el sector.
Sin embargo, esa no es la realidad de la todavía incipiente plataforma industrial nacional con relativamente pocas unidades y problemas de escala. El Informe Estadístico del Registro Industrial 2014 de PROINDUSTRIA refleja la existencia de 914 industrias y que dos terceras partes de ellas son micro y medianas industrias. Esa composición no es negativa, la estructura empresarial de buena parte de economías más desarrolladas es coincidente con esa realidad, en algunos casos, hasta de más de 90%, pero si es necesario canalizar el respaldo necesario para su tecnificación y encadenamiento efectivo dentro de la economía nacional. La industrialización, por una parte, fortalece la economía, refuerza la base exportadora, genera empleos y, consecuentemente, reduce la informalidad.
El país opera cinco acuerdos de libre comercio por lo que el 80% de sus exportaciones se realizan en términos preferenciales. Ello ha permitido que en los últimos diez años las ventas externas hayan crecido a un promedio anual cercano al 7%. En proporción importante eso se puede explicar por la incipiente dinámica manufacturera. Las exportaciones están aportando el 14% del PIB siendo la más importante fuente de divisas. Teniendo en cuenta que el 25% del total exportado proviene de la agricultura, se debe volver a recordar, y reclamar, una mayor coordinación pública–privada para incentivar un esquema para agregar valor que sustituya exportaciones de materias primas por bienes agroindustriales. Es buena noticia saber que exportaciones no tradicionales se duplicaron del 2011 al 2015 y que la producción en invernaderos ha saltado de 1817 toneladas a más de 47 mil desde el 2007, pero hay que agregar valor. Solo así sacaremos mejor provecho a ser el quinto mayor socio comercial mundial de Miami – con un volumen comercial de 120 billones (en español) – y finalmente convertiremos en buena decisión habernos involucrado en el DR-CAFTA.