Inolvidable, Alejandro-Villon-Hernández

Inolvidable, Alejandro-Villon-Hernández

Al cumplirse diez años de la partida de Villon, afloran en la memoria, recuerdos de este hermano querido, que vivió solo setenticuatro años; en los cuales, gracias a Dios, pudo compensar las acciones que llenaron su vida, resaltando sus valores positivos, haciendo que lo recordemos con profunda pena por no tenerlo entre nosotros.

El paso de estos años nos afirma en la idea de que quienes terminan su ciclo en la vida, cuando se van, llevan algo de nosotros; en cambio nos dejan mucho de ellos. Villon no pasaba desapercibido, le puso contenido a sus años buenos para dejarnos con su recuerdo, lecciones inolvidables.

Se convirtió en un motivo de orgullo familiar, ganó el respeto de sus hermanos y le dio contenido y trascendencia a sus acciones en la vida. Cuando nació fue recibido con alegría y alborozo. En el Tamboril bucólico y romántico de los samanes, la pajiza aldea de los poetas, que describe Manuel Mora Serrano, que Villon describiría años después con emoción poética como: “el sitio donde la planicie del valle se convierte en falda de montaña y donde el río Licey…moribundo siempre, hacía desesperados esfuerzos por repetir el sonido del Tamboril que había motivado el nombre de la aldea”. Allí vivían nuestros padres y en 1930, no habían médicos ni clínicas. Nuestra madre había perdido varias criaturas.

Joven y saludable, con veinticinco años, asumió riesgos para formar nuestra familia. El embarazo de Villon preocupó a todos. Amigos y parientes la convencieron y diligenciaron para que “diera a luz” en Santiago, donde había otras condiciones médicas. Así lo hicieron. Recibieron un varón con diez libras y media, que hizo exclamar a papá cuando lo vio por primera vez: “Este muchacho vale un Billón de pesos”, esa expresión le dio origen al apodo que le acompañó siempre.
La infancia de Villon cambio drásticamente con la muerte de papá, en su adolescencia afloraron las cualidades que lo hicieron dueño de una vida que amalgamó trabajo y placer. Todo potencializado por su temperamento, que lo llevó a encontrar adulto ya, la enfermedad de la adicción y el marasmo consecuencia de la enfermedad. Estas circunstancias le proporcionaron un reto que enfrentó con todos los recursos y orientaciones de su inteligencia.

Humildad, serenidad y perseverancia, despejarían sus caminos y le darían oportunidad de socorrer a muchos que agradecen su salud y quizás hasta su vida al amigo que sabiendo que “ayudar a otros ayuda a salvarse uno mismo”, se beneficiaron de su consejo y de sus experiencias
Villon fue poeta, creador de Fugas y otros versos; fue el nombre de batalla del gran vendedor que había en él, fue quien dio la cara por West, y quien hizo la frase “West o no es”…él que exaltó las ventas diciendo que eran una “alegre manera de Vivir”, y quien adoptó como lema personal la frase: “No sirve para vivir; quien no vive para servir”.

Fue un autodidacta, pero no se perdía. Supo encontrar en nuestro país mentes que le dieron apoyo y orientación en la empresa más grande y difícil que realizó en su vida, la que lo elevó a grandes alturas; su triunfo personal más extraordinario, su recuperación de la sobriedad donde trató médicos tan destacados como el doctor Carlos de los Ángeles y César Mella, quienes fueron más que médicos… amigos entrañables, como don Pepe Font y Juan Alorda, que lo apoyaron y confiaron en él.

Al final. María Auxilió su gran amor, que le acompañó en sus años finales donde disfrutó la Felicidad que premiaba el buen éxito de sus luchas. Pudo recibir el mensaje que no llegó a entregarle:
Ahora puedo esperar el año nuevo
Sin angustias, ni pena, ni dolor,
Porque cada que año me renuevo
NACIENDO POR TU AMOR.

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