RAFAEL TOMAS H.
Me ofrecí para llevarla a San Cristóbal. Y resultó una jornada llena de compensaciones. Ella quería hablar con el Padre Cicero y ver la exhibición de piedras en el patio del Politécnico Loyola. Mientras hablaban, les tomé una foto que me resulta entrañable. Hablaron de sus actividades y de sus contactos. Conociendo el desprendimiento y la generosidad con que estos dos sabios han privilegiado nuestro país, me sentí lleno de gratitud, afecto, admiración y respeto.
Recuerdo una oportunidad, cuando coincidí con un importante empresario, sentados a la mesa de una asamblea donde se cambiaba la directiva de una Fundación.
Como el discurso del presidente saliente se hacía extremadamente largo, le dije en son de broma a mi vecino: Cuando te toque dirigir esta asamblea y pronunciar un discurso así, no lo hagas tan largo.
Me contestó fría y rápidamente: Nunca me vas a oír pronunciar ese discurso ni ocupando una silla en la Junta de esa directiva.
¿Cómo es que dices esto tan radicalmente? le pregunté intrigado.
¡Ahhh, es que yo no trabajo gratis!
Qué contraste de actitudes!
Por un lado estos sabios, que han prestado eminentes servicios al país, desinteresadamente. Sin limitaciones.
En áreas esenciales para nuestra supervivencia, como son la defensa de nuestros recursos naturales, la protección de nuestra biodiversidad y la educación para mejorar el medio ambiente; y por el otro un profesional bendecido por el éxito, que se inhibía casi con alarde, negando su apoyo a una obra meritoria.
Alfabetizacion ecológica solía llamar la doctora Sophie Jakowska (inolvidable Sofi) al referirse a sus afanes educativos y a su labor en la preservación del medio ambiente.
Doña Sophie transmitía sus conocimientos generosamente y apoyaba con firmeza los proyectos para mejorar áreas ocupadas temerariamente.
Solía decir: En la confrontación del hombre con la naturaleza . poner al hombre primero (como se usa demagógicamente), no es una licencia para agredir el equilibrio ambiental, temerariamente.
Sus conocimientos científicos eran muy amplios, pero además estaba en comunicación constante con científicos en todo el mundo con quienes se comunicaba primero por fax y finalmente por Internet.
Así logró ayudas importantes para el Parque Mirador del Norte que felizmente ella apadrinó durante los últimos años de su vida, donde patrocinó un dispensario médico y produjo charlas de extensión cultural para las vecindades del parque.
Dentro de sus últimas reflexiones sobre el PNMN:
Esta obra representa un legado magnífico, se requiere que hagamos una conversión ecológica, que se base en la motivación religiosa para que hagamos un cambio fundamental en nuestras vidas y usemos lícitamente los bienes de la tierra; pero también necesitamos motivación patriótica, porque en nuestra isla compartida somos todavía los únicos que no hemos destruido lo bueno y sano de la tierra y tenemos una esperanza bien fundada de mejorar la calidad de vida para futuras generaciones.
Sofi nos dejó hace tres años pero los frutos de las semillas que sembró entre nosotros germinan y perdurarán por siempre.