“Inseguridad…”

“Inseguridad…”

“¡¡¡Ayyyyyy!!!!” –grita Píndaro por el dolor provocado en su pie izquierdo al tropezar con un peñón enterrado en la arena, que no es precisamente el de Gibraltar, mientras camina a la orilla del mar en la playa de Cabo Rojo, en Pedernales-… “¡Agárrame bien, Pigli, que me duele más que un matrimonio obligao!” –le pide a uno de sus compañeros, mientras aventuran en lo más profundo del Sur, para botar el golpe de todas las cosas extrañas que se han venido sucediendo en plena navidad y a principios del año-…
Al otro extremo del área en que ellos están ubicados, se encuentra Apiesito, un dominicano que fue recogido por ellos para compartir en esta experiencia inolvidable y que, al verlos en esa condición de emergencia, les exclama: “¡ya voy… ya voy!… Esperen, que les doy una mano”… Mientras lucha por abrirse paso entre la blanca arena, piensa para sí: “Asumí que, al venir a este punto geográfico tan lejos de ‘la civilización’ urbana, olvidaríamos lo que nos viene afectando hasta el tuétano… la inseguridad en que nos hemos sumido como sociedad…”.
Una vez llega al encuentra con sus compañeros, Apiesito les comenta: “Yo no sé por qué nuestras autoridades parece que olvidan que la seguridad ciudadana es una acción integrada que debe desarrollar el Estado… contando –mientras se le permita- con los ciudadanos y de otras organizaciones cuyos fines sea el del bien público –también si les dejan-… Por su ausencia de rápida acción, parecen ignorar que están en la obligación de asegurar la convivencia pacífica y ordenada en vías y en espacios públicos… Están obligadas a evitar, a toda costa, la comisión de delitos y faltas contra las personas y sus bienes…”.
Mientras esas palabras resuenan en el horizonte del mar profundo, como si se perdieran en un sueño, un chirrido de sendas gomas levantan una ventisca al frenar frente a ellos una gran Harley… Detrás de un casco protector, aparece la cara de un entrañable amigo de Píndaro que no se ha querido perder este maravilloso escape… ¡Es el Poeta de la Motocicleta!… Se ha enterado de este encuentro para conversar -con seguridad- sobre la inseguridad, sin ser afectados por el ambiente… Luego de estrechar las manos de todos, cuestiona lo conversado hasta ese momento y, sin titubear, se sumerge y empapa de inmediato… “Considero que nuestra sociedad está viviendo un clima de violencia estructural; es decir, una violencia generada por todo el cuerpo social, y no sólo por los delincuentes o desaprensivos e infringidores de la ley… Cuando la violencia se vuelve cotidiana y se transgreden los límites de las leyes hasta para hacerlas cumplir, entonces estamos ante un peligrosísimo estado de crueldad y de barbarización, que amenaza y erosiona los fundamentos del estado de derecho…” –sentencia-.
Al ver a su amigo, mientras lucha con el dolor del tablazo que se ha dado en el pie, Píndaro le dice: “Poeta, ese estado de crueldad se está viendo afectado por la inseguridad que es carne de cultivo al ser provocada dentro de los niveles sociales afectados por desarrollos económicos dispares y en algunos casos ilusorios… con signos políticos en nada simplistas…”.
Para no quedarse fuera de las ideas, Pigli salta al ruedo y refiere: “Creo que la historia de la Violencia en RD está muy relacionada con la impunidad, y obviamente con el auge de la delincuencia. Donde no hay ejemplo desde arriba no puede haber autoridad moral para imponer la ley y el orden”.
El Poeta de la Motocicleta les mira, baja su cabeza, medita… y suelta una pedrada de esas que solo él puede lanzar: “Cuando el precio a pagar por la seguridad ciudadana es la propia libertad ciudadana, se tiene una clara señal del grave peligro de autodestructividad que caracteriza la violencia estructural”… Ya el horno playero de Cabo Rojo no está para galleticas, y Pigli vuelve a opinar: “Los robos reprochables en los que los delincuentes más osados facturan menos de una decena de millón de pesos palidecen con las cifras multimillonarias de los expedientes de corrupción. Y, así mismo va bajando esta culebrilla desde el poder político hasta los militares y organismos de seguridad del estado (muchos de los cuales tienen acceso a armas)… ¡La violencia y la impunidad se enquistan en las instituciones llamadas a protegernos!…
Con su cara tiesa por tanta verdad dicha, Apiesito salta desde el blanco arenal y exclama: “Vamos a ayudar a superar esas tradicionales formas de coordinación social… Dejemos esa dañina compra de conciencias…”, a lo que Píndaro agrega: “Está bueno ya de hacernos creer que hay seguridad, cuando estamos prisioneros de nuestros propios ambientes mientras caminamos sobre una cuerda floja y se nos quiere proyectar una situación ‘ideal’… Pasemos a virar nuestra propia tortilla dominicana… Desde una peligrosísima ‘inseguridad’, empeñémonos en comprometernos todos en nuestra propia ¡Seguridad!”.

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