La publicación, el pasado cuatro de noviembre en El Nacional, de la noticia que daba cuenta de la muerte de uno que operaban con foco durante un apagón, no debería pasar desapercibida.

Esa nota evidencia, una vez más, la inseguridad que vivimos los dominicanos. El administrador de un colmadón, tras concluir su jornada, mientras se dirigía a su casa en el sector Los Tanquecitos, fue interceptado por cinco hombres que lo despojaron de una cadena y una pistola. Primera inseguridad. La que caracteriza a nuestra ciudad.

Ese hombre, de 33 años, fue llevado a tres hospitales. En el primero, nada más y nada menos que el Darío Contreras, no fue atendido porque supuestamente no había equipo necesario. Recuerdo como ahora cuando se publicó en la prensa la inversión hecha en ese centro de salud para la adquisición de equipos. ¿Dónde están esos equipos?

De ahí fue referido al Luis Eduardo Aybar, donde tampoco fue atendido, porque el médico de turno dijo no tener bata.

El Moscoso Puello fue su último destino; allí decidieron operarlo bajo la luz de una linterna, porque la planta de emergencia no estaba funcionado y, claro, había un apagón. Segunda inseguridad. La del sector salud.

¿Qué garantía tiene un ciudadano en estos momentos? ¿Dónde está la seguridad?

¿El dinero que se invierte en los hospitales, a dónde va a parar?

¿Qué se ha logrado con el plan Barrio Seguro? Mientras los delincuentes anden sueltos y los hospitales lo “equipen” de manera fantasma, los dominicanos tendremos inseguridad por partida doble.

Lo que hacen las autoridades para evitar que se repitan situaciones de este tipo, no se ve.