Inseguridad y abandono de barrios

Inseguridad y abandono de barrios

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Sin lugar a dudas, República Dominicana vive en los momentos actuales la mayor invalidez de sus autoridades llamadas a establecer el orden público, tanto en nuestras calles y avenidas, como en los barrios periféricos y ciudades satélites, que se han convertido de la noche a la mañana, en «territorio de nadie», en donde los rufianes, hampones, sicofantes y pandilleros, imponen a sangre y fuego sus «reglas y leyes», dejando muy mal paradas a las fuerzas llamadas a controlar dichos desafueros.

El hecho del jefe de la Policía Nacional admitir que hay más de doce mil policías destinados a cumplir labores administrativas y de «servicios domésticos», léase guardaespaldas, chóferes de llevar niños de oficiales a las escuelas y hasta queridas, implica reconocer el desorden que impera en ese cuerpo del orden destinado a ser un auxiliar de la justicia. ¿Hasta cuándo un policía que debería estar patrullando las calles permanecerá sentado en una marquesina esperando «ordenes superiores»? Otro caso muy frecuente ¿Agente, lleve la señora a realizar la compra en el supermercado y ocúpese de acarrear las mercancías hasta el vehículo?

Pero bueno ¿Es que nos estamos volviendo locos y no hay una autoridad competente que le ponga coto a estas desviaciones? Al parecer, el dinero que versan al fisco los contribuyentes no tiene dolientes, porque con las declaraciones que ha dado, tanto el Jefe de la Policía, como el que supuestamente es su superior jerárquico, el Secretario de Estado de Interior y Policía -irrespetándose ambos- ha dejado demostrado que la opinión de la ciudadanía a la hora de tomar decisiones, no tiene ningún peso y que estos funcionarios tampoco le guardan consideración a la sociedad que pretenden servir.

Los enfrentamientos de pandillas y pistoleros en los barrios, sean estos por los puestos de distribución de drogas o por cobrar un «peaje» de protección a diversos sectores, especialmente los establecimientos comerciales, pudiesen ser evitados si la policía y los demás estamentos militares conformaran patrullas como las que existían en los tiempos de Trujillo, cuyos MP eran obedecidos sin chistar y cuando se introducían en un cabaret o lupanar, había que apagar la vellonera y observar un comportamiento adecuado mientras se requisaba por armas o se solicitaba la cédula, para no hacer alusión a los célebres «tres golpes» de ingrata recordación.

Se ha afirmado que la policía teme patrullar ciertas calles de los barrios Capotillo, Villas Agrícolas, El Abanico o aquellos suburbios en donde operan a sus anchas delincuentes desalmados que no vacilan en disparar contra un ciudadano que no se plegue a sus pedimentos, sin importarles si en las calles hay ancianos, mujeres o menores, como ha sido el caso de algunos que han perdido la vida sin que esos crímenes hayan tenido sanción. En nuestro país, las investigaciones se inician rápidamente pero no se les da seguimiento. Hay delincuentes sueltos, desafiando a las autoridades, que no obstante lo exiguo de nuestro territorio, se desplazan sin que los uniformados los apresen, como es el caso del famoso Vladimir Pujols, alias Vlá en Azua, que tal y como sucedía con Enrique Blanco, cuando se le ubica en un lugar, las fuerzas del orden que se suponen lo persiguen, toman el camino contrario para evitar el enfrentamiento.

Las balas disparadas por vándalos, que en una orgía desenfrenada olvidan de que todo lo que sube baja, han dejado varias víctimas mortales y alguno que otro incapacitado de algún órgano vital, que les mantendrá como vegetales para el resto de sus vidas. Lo peor del caso es la estampida que han desatado por el terror que infunden en los pacíficos ciudadanos, que ante tanta desprotección, no han tenido otra alternativa que vender a precio vil sus viviendas, ya que no soportan más el tener que vivir con temores y sin poder salir libremente a las calles, so pena de encontrarse con un altercado a tiros que acabe con sus vidas.

De seguir el pánico apoderándose de los ciudadanos de escasos recursos que por obligación y falta de recursos económicos viven en esos populosos barrios y que además temen salir a las calles por la escasa o ninguna protección de las autoridades de un cuerpo policial corrupto e inepto, grandes barriadas como Capotillo, Villas Agrícolas, Sabana Perdida o Los Guaricanos, podrían quedar completamente abandonadas y sus habitantes formar los cinturones de miseria que actualmente arropan la ciudad capital.

Creemos firmemente que todavía estamos a tiempo de poner el orden si existiera la voluntad de hacerlo y no se quedara en frases bonitas de un jefe policial, que tal vez tenga dotes privilegiados como intelectual, pero como hombre de acción que emprende labores de profilaxis en determinados sectores de la ciudad, ha tenido un fiasco. Ojala no escuche a los defensores de los derechos humanos y extirpe de cuajo el cáncer en que se ha constituido la delincuencia en los barrios para tranquilidad y bienestar de una clase sufrida, que no tiene los medios económicos para cambiar su suerte.

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