Insensibilidad emocional

Insensibilidad emocional

En estos tiempo, creo que resulta bastante difícil no encontrarnos en nuestro camino con ciertas personas que solo provoca preguntarnos ¿es que no tiene corazón, es que no es capaz de sentir ningún tipo de emoción? Estas y muchas más son las dudas que abundan en nuestras cabezas cuando tenemos que enfrentarnos a esos “seres humanos”, que con total apatía responde ante una ayuda que solicitas, una situación que vives o cualquier padecimiento que enfrentas.

Si entendemos por insensibilidad a la capacidad que una persona puede tener a no sentir determinadas sensaciones emocionales, entonces definitivamente la insensibilidad también puede ser entendida como la falta de capacidad para sentir. Así, una persona emocionalmente insensible es una persona que no se sensibiliza o que no siente nada ante determinadas circunstancias como el sufrimiento del otro, el peligro, o el miedo. Si ves a tus hermanos caer en la pobreza y tú tienes capacidad económica para ayudarles y no lo haces, estás siendo insensible emocional, indiferente, egoísta, incapaz de tenderle la mano al necesitado.

Se podría decir que es mucho más común de lo que pensamos, la falta o la discapacidad para ser sensible a diferentes sensaciones emocionales que pueden conmover, traumar, preocupar, asustar, tener fe en algo o incluso alegrar a una persona. Las personas que sufren de insensibilidad emocional son personas que actúan de manera excesivamente racional y que no dejan que la estructura de las sensaciones se cuele en sus actividades diarias. Hoy día, me duele mucho reconocer que cualquier parecido con la realidad de algunos políticos, oficiales militares y hasta sacerdotes, es pura coincidencia.

No sé si quizás los tropezones que la vida le hizo enfrentar, o las veces que se vio en el fondo del pozo sin forma de ver la luz, o si el desapego emocional con el que se crió, puede haber afectado el termómetro de las emociones en este tipo de personas, pero es un fenómeno muy común de nuestros días el desprecio o la indiferencia que sufren algunas personas en situaciones carenciadas de parte de otras tantas que no están en la misma condición y que por tanto no se sensibilizan por su sufrimiento, dolor o angustia. Fenómenos tales como la pobreza, la miseria, la falta de trabajo, las adicciones, la falta de creencia en un porvenir y muchas otras son todas situaciones complejas que implican siempre cierto nivel de insensibilidad social, de otro modo no existirían si la población en conjunto se ocupara de erradicarlas.

Quiero cerrar este tema, invitando a reflexionar sobre las sabias palabras que pronunció nuestro honorable Papa Francisco, cuando visitó recientemente la favela Varginha de Río de Janeiro, en el cuarto día de su visita a Brasil, donde entre bendiciones y abrazos se dirigió a las personas más pudientes, y les pidió que “no se cansen de trabajar por un mundo más justo y solidario” porque “nadie puede permanecer insensible a las desigualdades que existen en el mundo”.

“No es la cultura del individualismo, que domina nuestras sociedades, aquella que construye un mundo más habitable en contraposición a la cultura de la solidaridad, ya que ningún esfuerzo de pacificación será duradero, no habrá armonía de felicidad en una sociedad, si hay personas dejadas al margen de la sociedad. Una sociedad así se empobrece a sí misma. No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura de lo descartable porque ninguno es descartable”.

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