Insensibles al  dolor ajeno

Insensibles al  dolor ajeno

Nueve años es demasiado tiempo para que la falta de diligencia del sector público esté causando  situaciones que impiden el uso regular de unidades de cuidados intensivos en una ciudad como San Pedro de Macorís, pobre en instalaciones médicas, públicas y privadas.

¿Cómo decirle a un electorado, ahora en campaña,  que se pretende seguir en el poder para atender las más urgentes necesidades del pueblo, si esos electores de la serie 23 han sido golpeados por largo tiempo por  graves comportamientos de desidia oficial? Prueba al canto de que no existe verdadera vocación de servicio.

Cuanto ha faltado es una subestación eléctrica que permita el uso regular de equipos muy modernos e imprescindibles para sanar y salvar vidas, día a día, y no a los diez años de que los instalaran. La infraestructura para energía del hospital Doctor Antonio Musa está hecha en un 20% y su terminación, como dicen las reglas, corresponde a la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE).

Suplicamos, en nombre de una colectividad castigada severamente por el desempleo y el colapso de la industria azucarera, que esa entidad resuelva la carencia que paraliza  una valiosa inversión de instrumentos para la salud.

La UASD a la página  siguiente

La Universidad Autónoma de Santo Domingo, acaba de concluir el proceso electoral que la dota de nuevas autoridades. Predominaron el orden y el debate libre, y el ganador, Franklin García Fermín, fue felicitado en el acto, como en las democracias excelentes, por la aspirante que no pudo superarlo en votos, Emma Polanco.

El buen comportamiento de los uasdianos debe mover a imitación en el conjunto de partidos políticos. La nación desearía que allí la gente se combatiera solo con propuestas serias e ideas y sin insultos.

La renovación de autoridades debe servir en ese patrimonio de la nación que es la UASD, para llevar brío al trabajo académico, para la autocrítica, revisión de objetivos y auscultación de lo  administrativo. La autonomía no debe permitir –ojo avizor- que disminuya la idoneidad gerencial, como ha pasado a veces en otras instituciones públicas, de las que a veces se cree que no tienen dueños.

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