Insignias dominicanas

Insignias dominicanas

En menos de dos siglos el merengue ha llegado a ser insignia de la dominicanidad. Se dé un grupo de viajeros de nuestro país que arribó a Viena a través del río Danubio. Al llegar al “lobby” del hotel donde se alojarían escucharon por el altavoz un merengue de Luis Alberti: nada menos que “Compadre Pedro Juan”. Fue una descarga eléctrica; desapareció el cansancio, todos sonreían y con los pies marcaban el ritmo de la música, a punto de empezar a bailar. Por un momento-al oír el jaleo-, creyeron que la pequeñísima identidad dominicana había conquistado el imperio austro-húngaro.
Existen otros merengues que merecen la atención de sociólogos, antropólogos e historiadores. Muchos de ellos revelan la idiosincrasia de los dominicanos por medios inesperados. Creo que la “acción histórica” de los cinco sentidos está presente en todas las culturas. Con estos ejemplos ponemos énfasis en la audición porque se trata de música. Sin embargo, la vista, el olfato, el gusto, el tacto, cumplen funciones centrales en la vida humana. “Compadre Pedro Juan” nos enseña que es posible obtener gratificaciones especiales al bailar “de medio lao”. ¿Ha tenido el lector la experiencia sobrecogedora que es contemplar la hermosura del Valle de la Vega Real desde el Santo Cerro?
Un merengue viejo, “El sancocho prieto”, nos pone en contacto con la sensualidad del dominicano común. La letra del merengue afirma que el sancocho es “color de tu carne”, esto es, prieto; y agrega: “del sancocho dame, /también de tu amor”. Quiere decir que el color oscuro de la dama no es obstáculo para el enamoramiento. La población dominicana es mayoritariamente mulata. La atracción sexual, o le rechazo sexual, están ligados al concepto de belleza vigente en cada comunidad.
El combo de Ramón Gallardo y Angelita Curiel pusieron de moda “La mulatona”. En esta pieza el cantante declara que “una mujer morena” le ha robado “la calma”. Y de varios modos se insiste en lo atractivas que son las mujeres mulatas. La palabra “mulatona” arrastra un dejo cariñoso, unido al deseo del varón por seducirla. La música folklórica dominicana nos hace visible la aceptación del mestizaje. Echemos pues, a la consideración de expertos, “tres merengues en la fuente”.

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