Insistiendo en Torrijos

Insistiendo en Torrijos

El general Omar Torrijos Herrera conocía los antecedentes lúgubres, terribles del proceder de los Estados Unidos en los casos del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826, que torpedearon, del Maine y de Pearl Harbor.

En función de esos conocimientos, sabía perfectamente a cuanto se exponía al pretender reintegrar al fuero panameño la vía acuática que conecta al océano Pacífico con el Atlántico por el costado del mar Caribe, nuestro mare nostrum, propósito que obtuvo en 1977 con la firma de los tratados Torrijos-Carter. “Yo no quiero entrar a la gloria, yo quiero entrar a la zona del canal”, vociferó a sus paisanos y al mundo en una memorable disertación, y el destino le configuró y posibilitó entrar en amor, nimbado del esquivo gnomo de la gloria, refiere Grahan Greene.

El jefe de Estado Mayor de la Guardia Nacional cuando Torrijos pereció en Coclesito, era el general Manuel Antonio Noriega, luego sucesor en el poder al obtener la renuncia forzada del general Rubén Darío Paredes como jefe de la Guardia Nacional.

Es del general Noriega de quien desde el primer instante hubo sospechas de que colaboró con la CIA norteamericana para subrepticiamente, en colaboración con otros militares, colocar una bomba de relojería en la avioneta del general Torrijos, y así sucederle en el poder, un corolario natural conectado con el gusanillo insomne de la ambición.

Fue por su doble juego de agente encubierto de la CIA y protector del narcotráfico y el lavado de activos, siendo confidente de la DEA y básiga del presidente cubano Fidel Castro, que el presidente George Bush padre terminó con su poder interviniendo militarmente en Panamá en 1999, apresando a Noriega y conducirlo hasta una prisión y jun tribunal que lo condenó a 40 años.

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