No me atreveré yo a decir si el problema de la primera enseñanza es el primero o el segundo o el último de los muchos que tenemos pendientes y que deben preocuparnos; pero sí puedo asegurar que es asunto éste muy serio, y que de su acertada solución depende en gran parte el bien de nuestra patria. Comprendo que, así como es facilísimo destruir, no deja de ser muy difícil edificar.
¿Quién no dogmatiza en asuntos de educación? ¿A quién no se le ocurre pensar que su plan es el mejor, su orientación la más indicada, sus proyectos los más oportunos? ¿Cuántos se preocupan por la acertada solución de este problema y en esto consumen sus energías, pero a condición de que sea lo suyo lo que prospere, su nombre el que suene y su sacrificio el que sea por todos celebrado?
En estos tiempos en que el tema de la educación está presente en casi todas las agendas del país, parecería que las palabras anteriores hubieran sido pronunciadas por algunos de nuestros actores destacados en esta materia. Pero no. Pese a su actualidad y pertinencia para nuestro caso, están tomadas de un artículo titulado Los sabios, los consejeros y los ricos, perteneciente a una antología de artículos periodísticos, agrupados bajo el título de Alrededor de un proyecto, 1913 (Itinerario Pedagógico. Estudio preliminar, introducciones y notas de Angeles Galino. 1965. CSIC Instituto de Pedagogía. Madrid. Págs 204-05). Su autor es el sacerdote y educador español, Pedro Poveda, (1874-1936), quien en el 2003 fue canonizado como mártir.
Este activo y visionario humanista aportó sus mejores esfuerzos en favor del diálogo fe-cultura, profesando en tiempos adversos para ello, que la ciencia hermana bien con la fe. Y precisamente este año 2011, celebramos el Centenario de la creación de la Institución Teresiana, la obra más importante y fecunda de Poveda. Fue concebida para asociar a una misma misión, a laicos y laicas sensibles a los problemas humanos y con disposición para darles respuesta desde la fe y la acción transformadora de la educación y de la cultura, convirtiendo esta actitud vital en un compromiso.
El estilo de vida que propuso a sus miembros fue el de los primeros cristianos, quienes siguiendo la vida de Jesús, divino y plenamente humano, se identificaron con sus contemporáneos, asumiendo las condiciones histórico-sociales propias y desde ellas actuaron, convertidos en sal, luz, fermento, testigos de la esperanza y la resurrección por la práctica de la caridad, que es también fuente de alegría.
A lo largo de estos cien años la Institución Teresiana, que nació en España en 1911, se ha expandido por treinta países, repartidos en cuatro continentes. El primer país latinoamericano que la recibe es Chile en 1928. A la República Dominicana llegó en 1954 y desde entonces ha mantenido una incidencia palpable en todos los aspectos y niveles del sistema educativo dominicano: a través de la formación de maestras/tros en las antes Escuelas Normales Félix Evaristo Mejía, Emilio Prud-Honne, Luis Napoleón Núñez Molina y Juan Vicente Mosco; en el Centro Cultural Poveda; en la gestión y docencia directa de distintos centros educativos públicos y privados; en el Colegio Véritas (1965-1982), así como en Universidades y residencias universitarias.