Institucionalidad e incapacidad gerencial

Institucionalidad e incapacidad gerencial

Es una verdad prácticamente indiscutible que el fortalecimiento institucional es uno de los requisitos ineludibles para poder marchar firmemente por un camino de desarrollo. Ello no significa, necesariamente, la legislación de leyes – que a veces, ciertamente, pueden ser requeridas – sino, esencialmente, respetar y hacer cumplir las que existen.

Uno de los males más crónicos de las sociedades como la dominicana es, precisamente, la fragilidad institucional, lo cual implica la libertad irrestricta de que goza un gerente, o dirigente, al frente de una institución para hacer lo que mejor le parezca, sustentado, con perniciosa insistencia, en el clientelismo político, o personal, basado en el nombramiento sin límites inflando las nóminas y llevando las instituciones prácticamente a la bancarrota, a no ser que exista una “funda” sin fondo del presupuesto que le siga dando respuesta a la demanda de aumentos presupuestales injustificados. Cuando se trata de una institución descentralizada o autogestionada se produce entonces un desequilibrio que la pone al margen de la regulación. Se hace inevitable y urgente, en ese momento, introducir la corrección pertinente.

De lo que haya pasado y lo que hayan hecho irresponsablemente algunos de los gerentes, o dirigentes, ellos son, obviamente, los responsables inmediatos pero en última instancia la responsabilidad recae en el nivel inmediato superior. El problema es que cuando llega un dirigente responsable al más alto nivel y exige corrección a los que en esos momentos ejercen la función gerencial en otros niveles, se pone a prueba la capacidad como gerentes de estos últimos para encauzar debidamente a la institución.

No hay dudas de que si ha explotado una sobredimensión de los gastos y estos, en alguna medida, se derivan – como casi siempre sucede – en la inflación de la nómina, se imponen acciones en dos direcciones: por un lado la reducción de los gastos operativos superfluos o prescindibles y, por otro, la disminución de la nómina y aquí viene una prueba suprema de la capacidad gerencial. Si se tratase de una institución donde la mayor parte de la empleomanía es ya de carrera, obviamente, estos son intocables, quedando solo la posibilidad de los que aún no estén incluidos en la misma.

Si es un centro donde aún no se ha aplicado la evaluación para incluirlos como funcionarios de carrera, se hace imprescindible disponer de sabiduría para saber identificar a aquellos de los que, lamentablemente, se puede prescindir con menos consecuencia, de aquellos de más experiencia, por su profesionalidad y quizás su tiempo de permanencia. Estos lógicamente pueden ser los que mejores salarios devenguen y los que puedan aportar resultados de contracción de la nómina más rápidamente. Si se opta por la vía de sacar a aquellos con mejores salarios por llevar más tiempo y/o aportar más. Usted habrá logrado resultados de reducción inmediatos pero su capacidad gerencial puede quedar entredicha. Ojalá esta reflexión sea útil a los que se les habrá de presentar este desafío y a los que ya lo hayan tenido delante.

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