Instituciones globales para crisis globales

Instituciones globales para crisis globales

La crisis financiera y la recesión global tuvieron como causas fundamentales  políticas monetarias flexibles en las principales economías, justamente para evitar la caída del producto, bajas tasas de interés, capacidad ilimitada de los banqueros para inventar derivados como las hipotecas subprime, la libre movilidad de capitales,  la pésima calidad de regulación y supervisión internas y, por supuesto, la inexistente supervisión global.

Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial se produjo una reestructuración del capitalismo y del acuerdo de Bretton Woods surgieron el FMI y el Banco Mundial, así como  el GATT para regular los intercambios comerciales, mientras el dólar se erigió en la divisa mundial que se ha mantenido a pesar del final de los tipos de cambios fijos en el 1971 cuando el Presidente Nixon decidió flotar el valor del dólar frente al oro.

En la década de los ochenta la nueva ola de las liberalizaciones y desregulaciones, el final de la guerra fría y la revolución tecnológica dieron paso a la globalización de los mercados y a la libre movilidad de los capitales, que sentaron las bases de las crisis financieras de la globalización.

En el ámbito comercial fueron necesarias ocho rondas del GATT y la creación de la Organización Mundial del Comercio para ir desmontando gradualmente los obstáculos al libre comercio; sin embargo la libre movilidad de capitales se ha logrado sin  la creación de algún organismo multilateral o  acuerdo supranacional.

Ese libre movimiento de los capitales ha sido la causa eficiente o la causa del agravamiento de la crisis tequila en México, la asiática en el 1997, la Brasileña, la Rusa y  esa libre movilidad de capitales facilitó que activos riesgosos de los EU pudieran ser adquiridos en los diferentes mercados de capitales, provocando la más grave crisis financiera y la recesión global más profunda desde la segunda guerra mundial.

La gran lección de esta crisis, cuyo final no está del todo claro, deberán ser nuevas regulaciones nacionales, quizás un Basilea III, y el establecimiento de un organismo global, probablemente un FMI reestructurado internamente y con mayores recursos, capaz de asegurar que el libre flujo de capitales no ponga en peligro la estabilidad mundial de los precios, de las monedas o el sistema financiero global.

Las naciones del G-20 se han limitado a la implementación de políticas expansivas monetarias y fiscales para detener la recesión o la capitalización de los bancos para restablecer el crédito, pero hasta ahora no se ha planteado un  Bretton Woods capaz de cimentar un nuevo orden  que minimice los riesgos de otro cataclismo y el consiguiente desplome de la actividad económica global.

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