En esta entrega, nos proponemos continuar expresando nuestro desacuerdo con las opiniones vertidas por los destacados economistas Eduardo Salman y Miguel Ceara Hatton en el Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio de este periódico Hoy, en relación con la forma en que se estarían invirtiendo las partidas presupuestarias en el Ministerio de Educción. En esa ocasión, el doctor Selman afirmó que no era partidario de que se aumente el gasto en educación “pues no hay evidencia de que algún país haya mejorado la calidad educativa por aumentar el gasto en el sector”. Dijo que “entre el 2006 y 2011 el gasto de educación se incrementó en 60% mientras la cobertura y la calidad bajaron”. A continuación nuestras consideraciones al respecto: El promedio de inversión en educación como porcentaje del PBI entre los años de 1970 y el 2008 aquí fue de 1.63%, el más bajo de la América española. Esto sucedió en momentos en que el Producto Bruto Interno de la República Dominicana crecía a un ritmo tal que llamaba la atención de los organismos y de las agencias de ayuda y cooperación internacional. Entre los años 2006 y 2011 dicho promedio fue de 1.88%. En ese interregno, el gasto en educación se incrementó en tan solo un 20%; la cobertura siguió un ritmo de crecimiento continuo; y la calidad de la enseñanza, al no registrarse aumento significativo de la inversión, descendió. Para mayor información, consúltese en el portal del Ministerio de Educación la página “Evolución de la Ejecución Presupuestaria del Gobierno Central, Ministerio de Educación y la Función Educación 1970-2013” y léase el primer tomo del “Plan Estratégico de Desarrollo de la Educación Dominicana 2003-2012”.
Señor Selman, el grado de asociación existente entre las variables calidad e inversión en educación se calcula mediante la utilización de uno de los índices de correlación. En caso como el que nos ocupa, al tratarse de una variable continua y otra dicotómica, es preferible el índice de correlación biserial. Pero, no hay que ir tan lejos. Basta con que recurramos al sentido común, preguntándonos a nosotros mismos: ¿Cuáles países disponen de mejores sistemas de instrucción pública y de mejores universidades? ¿los más ricos o los más pobres? ¿Los del G-8 o los del CARICOM? Como es harto sabido, la calidad de la educación está directamente vinculada al desarrollo económico. En tal sentido, se pueden considerar tres ejes principales que vinculan el conocimiento con la trasformación productiva: el incremento de los niveles educativos de la población, el aumento de la inversión, y la revitalización de los esfuerzos para disminuir la pobreza y lograr una mayor equidad social. A esos tres factores, podríamos agregarle un cuarto: el uso adecuado de los recursos naturales y el cuido del medio ambiente para logar un desarrollo sustentable.
Es ahora cuando debemos tomar decisiones acertadas en favor de una educación de mayores alcances, más comprensiva, y, sobre todo, más homogéneamente distribuida. Así contribuiremos a que los ciudadanos dominicanos (plural genérico), de ahora y de mañana, ejerzan la libertad, la igualdad, la justicia y la solidaridad.
Ha llegado el momento decisivo de transformar y elevar la calidad de los servicios de educación en todos sus niveles, grados y modalidades. Nos toca a todos emprender el conjunto de acciones legislativas, organizativas y presupuestarias necesarias para alcanzar esos fines.
Por eso, no lo pensamos dos veces a la hora de atender al llamado que se nos hizo para participar en la discusión y concreción del Pacto Nacional por la Reforma Educativa propuesto por el gobierno del presidente Danilo Medina. No concebimos la reforma de la educación como algo puntual, que se agota y se resuelve en alguna acción populista.
Antes bien, pensamos que es el cúmulo de transformaciones continuadas, guiadas por una clara concepción de conjunto, el que pueda garantizar un cambio cualitativo y una mejora profunda de nuestro sistema de instrucción pública. El elevar la calidad de los servicios de educación no es sólo un compromiso de este gobierno y de los que habrán de sucederle. Lo es para la sociedad dominicana en su conjunto.