¿Insustituible El Padrino?

¿Insustituible El Padrino?

La semana pasada nos sorprendió la desaparición física de una verdadera gran estrella, una luminaria como pocas en el firmamento artístico, una personalidad que descolló de manera tan rotunda que, pasando primero por las tablas y luego por el celuloide, marcaron toda una época como sólo a los verdaderamente grandes, los elegidos por la providencia les está permitido obrar. En fin, ha desaparecido de esta dimensión material el rey de los actores, Marlon Brando.

Y es que con Brando desaparece para siempre lo que fue una época en el cine, pues él con su poderosa capacidad de caracterización, su extraordinario magnetismo escénico, su atractiva estampa y fenomenal fotogenia además su proverbial técnica, lo cambió todo en la escena, principalmente en el mundo del cine, en donde se le catalogó con justicia como leyenda viva del séptimo arte.

Películas que ya son clásicos absolutos como: Una tranvía llamado deseo, Viva Zapata, Julio César, Nido de Ratas, El hombre de la piel de víbora, Reflejo en tus ojos dorados, etc, hasta llegar esas cumbres de la interpretación como la de Don Vito Corleone en «El Padrino», la del norteamericano histérico y cansado de la vida del «Ultimo Tango» en París, o la del militar psicópata quien se ha erigido en dios de las tinieblas en la selva de Vietnam de «Apocalipsis now», son referencia absoluta de lo que fue sin duda un verdadero genio de la actuación.

Y aunque su gigantesco ego se correspondía en igual medida con su talento artístico, contándose anécdotas de la más diversa índole como sus innumerables romances y rompimientos con bellezas exóticas como Rita Moreno, grandes parrandas y pleitos con otros colegas, como la diferencia que tuvo con Sofia Loren cuando filmó La Condesa de Hong Kong de Charles Chaplin, en la cual declaró que nunca había trabajado con una actriz tan fea y desagradable con una nariz tan larga que los pelos de la misma parecían espárragos, sus últimos años estuvieron marcados por la tragedia personal y el autorrecluimiento, y aún así, inmensamente obeso y deformado, tan abismalmente diferente a sus años de gloria, siempre su estrella estuvo radiante y era un lujo tenerlo en los repartos de cualquier película, por modesta que ella fuera.

Una vez se le preguntó cuál era su secreto como actor, de cuál técnica era la empleada para darle vida a sus personajes, a lo que él respondió: «sencillo, todos los seres humanos somos de una forma u otra actores que presentan un papel en la vida…»

Y esta declaración del insigne y desaparecido gran actor nos da pie a decir, que si todos somos actores de una forma o de otra, hay algunos que por sus malas interpretaciones, por caracterizar tan pedestremente su papel que se le ha encomendado, por vérseles tan a las claras sus mezquinas intenciones, hacen el papelazo más pobre que imaginarse uno pueda, observando que el dramatismo y la tragedia que interpretan los grandes actores como Brando quedan perennes en el celuloide sin hacerles daño a nadie, sino enriqueciéndonos con su talento, mientras que los malos y pésimos actores de la vida diaria, en particular los que pertenecen al teatro de la política, cuando tienen poder quieren ser con sus despropósitos una fotocopia desvaída pero igualmente malvada de Don Vito Corleone.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas