En nuestro artículo anterior citábamos que una de las realidades que el Covid-19 a develado una verdad olvidada “La escuela somos todos”, trayendo como un bumerán la importancia de la familia en el quehacer educativo de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
Pero ¿Qué sucede cuando el puente entre las familias y la escuela es frágil o inexistente?
Esta semana, World Visión presento un estudio que realizará en las provincias de Dajabón, Bahoruco, Independencia, San Cristóbal, El Seibo, La Vega, provincia Santo Domingo y el Distrito Nacional llamado “Integración de la Familia en el Sistema Educativo y en el Sistema de Protección Infantil” y este estudio viene a responder un poco la pregunta pues plantea oportunidades para distintos niveles del sistema de protección de niñez y de manera particular arroja luz en cómo articular y mejorar la relación entre las familias y las escuelas.
Uno de los puntos que resalta es la oportunidad que reviste el momento actual para los padres, madres y tutores de conocer-reconocer el rol que juegan en el proceso educativo de sus hijos e hijas y la importancia de involucrarse como familias; pero al mismo tiempo nos alerta de que la histórica falta de oportunidades educativas de los padres y tutores continúa representando un desafío para alcanzar estas estrategias de integración.
Aquí es donde el centro educativo y su equipo de gestión juegan un rol que marca la gran diferencia. El centro como ente articulador necesita replantearse una cultura de participación social y comunitaria, tornándose aún más proactivos, flexibles y sobretodo creativos al momento de integrar a los padres, madres y tutores pues una participación activa y consciente será si y solo sí se reconocen sus limitantes educativas, sociales, laborales.
El trabajo de los padres y tutores junto a las APMAE´s debe ser armonioso, muy fluido y empático, teniendo presente que los padres y madres son al igual que los estudiantes, la razón de ser de un centro educativo. Al mismo tiempo es oportuno el acompañamiento de los equipos técnicos distritales y regionales, su experiencia puede asegurar una correcta implementación de las acciones que desarrollemos, más allá lo establecidos en las ordenanzas y reglamentos.
Para lograr una participación real y sostenible en el tiempo necesitamos traspasar el papel y volvernos acción. Nuestra tarea será convertir en una práctica la cultura de la participación, replantearnos la mirada y articularnos en forma diferente.
Necesitamos sentar bases sólidas respetando las pertinencias culturales; no olvidemos que esto es hacer democracia, es ejercer un derecho y una responsabilidad, es comprometernos con nuestro propio presente y futuro.