Integración y libre comercio

Integración y libre comercio

POR EDUARDO KLINGER PEVIDA
En verdad, el recurso del libre comercio ha sido una herramienta de importancia extraordinaria en la historia del desarrollo de las grandes economías que conocemos hoy día. En cada país en circunstancias especificas en que le resultaba particularmente ventajoso.

Ahora se nos vende – o más bien se nos impone – como el recurso imprescindible para que podamos avanzar hacia el desarrollo.

El “error” no radica, específicamente, en asignarle una importancia estratégica a la apertura comercial, ella, sin dudas, tiene sus virtudes, sino en pretender trasladar automáticamente las características y condiciones del mundo desarrollado – pleno de privilegios y ventajas en las relaciones internacionales – a nuestros pobres y periféricos países.

Sin embargo, en esa visión no hay ignorancia, sino intenciones claras. No responde a un error de concepción – por eso entrecomille lo de “error” -, es parte del engranaje de un nuevo reordenamiento de la economía mundial. Es una manera de pretender que nuestros países se “integren”, a eso que, eufemísticamente, muchos llaman un “mundo global”.

El lograr determinados acuerdos de apertura comercial entre países de economía subdesarrollada y naciones de gran desarrollo no significa, necesariamente, un suicidio económico. Ello puede resultar beneficioso si se negocia bien y se les dio el tratamiento adecuado a todas y cada una de las mercancías en su flujo en ambas direcciones.

No obstante, para muchos, la opción mas acertada es incorporarse intensamente a un proceso de integración horizontal – entre países de relativamente igual o aproximado nivel de desarrollo – que les permita aprovechar los beneficios y ventajas de una integración – como lo ha hecho Europa – y avanzar después a una integración vertical – con países mas avanzados -.

Los que así piensan son estigmatizados por cierta prensa y analistas interesados como gente que “se ha quedado estancada en el pasado”, verdaderos dinosaurios que no comprenden la dinámica del mundo actual y que son incapaces de superar un enfoque de matiz ideológico.

Esa crítica no es válida, porque no es posible ser partidario de la integración económica con otras naciones y oponerse al libre comercio. Una integración avanza ineludiblemente sobre la constitución de un área de libre comercio.

Todo proceso de integración requiere del libre comercio pero no todo acuerdo de libre comercio pretende llegar a una integración real.

Desde un punto de vista teórico la integración es un proceso en el cual se avanza a lo largo de un cierto período de tiempo y transcurriendo por cinco etapas, a saber: i- creación de un área de libre comercio; ii – forjar una unión aduanera; iii – la creación de un mercado común; iv – establecer una coordinación de las políticas macro económicas y v – la integración total.

En la primera, se adoptan acciones para incrementar el flujo comercial entre los participantes, buscando incluso promover inversiones conjuntas que incrementen el comercio regional aprovechando la mayor competitividad que se deriva de economías de escala; en la segunda fase los países van adoptando un mismo nivel de arancel para aplicar al resto del mundo; en la tercera etapa – en que se encuentra hoy la Unión Europea – se establece un espacio económico único con libre circulación de mercancías, servicios, capitales y personas, en tanto que en la cuarta y quinta fase se va produciendo un proceso de unificación de las políticas económicas y de sus instrumentos. En la práctica elementos de una fase anterior pueden estar presentes todavía en una etapa posterior o aquellos que corresponden a etapas mas avanzadas estar utilizándose ya en fases previas.

Eso lo podemos ver en la experiencia de la propia Unión Europea. Cuando estaba dando sus primeros pasos ya había incorporado instrumentos de etapas posteriores como la Política Agrícola Común que empezó a aplicar cuando todavía trabajaba en la creación de un área de libre comercio. O podemos verlo también ahora que aunque conceptualmente esta en una tercera etapa, presenta herramientas claves para las etapas finales como son el euro y un banco central único, entre otros.

Europa debe su nivel de desarrollo actual, esencialmente, a su proceso de integración. Estados Unidos ha alcanzado su desarrollo de primera potencia por sus “privilegios” en las relaciones internacionales. Quizás por ello mismo los europeos le reconocen su potencial a los procesos de integración regionales y los estimulan y apoyan mientras que los EE.UU. tienden a verlos con recelo.

Además, mientras que en los acuerdos con EE. UU. es prácticamente esencial la reciprocidad, los europeos prestan mas atención a la equidad y establecen mecanismos de compensación que no es lo usual en la experiencia norteamericana.

No temamos a los acuerdos de libre comercio pero diseñemos las estrategias adecuadas.

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