POR JESÚS DE LA ROSA
Los dominicanos y dominicanas de la presente generación que ignoran casi todo con respecto a ese capítulo de nuestra historia, los que ya alcanzaron la edad en que se asumen plenamente las responsabilidades históricas, necesitan que les sea expuesto lo que entonces ocurrió.
A pesar de que los acontecimientos de la Guerra de Abril se sitúan hoy en una perspectiva que permite examinarlos con cierta precisión, las fuentes históricas sobre este periodo todavía plantean problemas difíciles de resolver.
Sucede que la mayor parte de los documentos sobre los trágicos acontecimientos de abril exceptuados los que se refieren a los siete primeros días de guerra civil se encuentran en los mentados archivos de Washington bajo el cuidado de los interventores por lo que presentan un desequilibrio tan enorme que pone, por sí solo, en peligro la imparcialidad de la investigación basada exclusivamente en el examen de esos pliegos.
En los últimos años, los afamados archivos de Washington han sido puestos a disposición de algunos de nuestros investigadores. Una considerable cantidad de documentos sobre la Guerra de abril ha sido examinada. El autor de esta crónica, además de no darle la importancia que otros les dan a dichos pliegos, los conceptúa como todo memorial de agravios. Por ello, para escribir sobre los hechos de abril ha preferido siempre, además de conversar con algunos protagonistas de la vida política dominicana de los años 60, hacer uso de su memoria y de los documentos que surgieron aquí al fragor de las batallas.
A la imposibilidad absoluta de estudiar ciertos documentos que reposan en los archivos de nuestras Fuerzas Armadas se une al silencio de los generales y almirantes que ocuparon puestos de responsabilidad o que fueron actores de primera fila en los trágicos sucesos de Abril de 1965.
Ciertos testimonios de la Guerra de abril y memorias personales de gran valor aún permanecen en manos ajenas negadas siempre a ponerlos a disposición del público.
Gracias a que todavía viven muchos hombres y mujeres que participaron en la Guerra de Abril de 1965 para los que los meses vividos en la trinchera del honor constituyeron el periodo más interesantes de sus vidas, hemos podido en parte sortear todas esas dificultades.
¿La pasión puede afectar nuestro testimonio? Claro que sí. La Guerra de Abril torció el rumbo de mi vida y aún no han cicatrizados las heridas que esa epopeya me infligió. Es que estuvimos precisamente ahí, donde el gas pelaba.
Con motivo de la celebración del cuadragésimo aniversario de la Guerra de Abril con esta entrega iniciamos la publicación de una serie de crónicas relativas a esa Gran Epopeya.
Las crónicas de guerra por lo general giran alrededor de las batallas y de sus soldados héroes, sin hacer mención de las que se libran sin armamentos.
De la Guerra de Abril de 1965 escribiremos sobre la Batalla del Puente; sobre la caída de la Fortaleza Ozama; sobre los bombardeos al Palacio Nacional y a la población civil; y sobre otros acontecimientos bélicos que se sucedieron entonces. También escribiremos sobre otras batallas que aunque se libraron sin armas resultaron tan decisivas para la causa constitucionalista como esas que hemos mencionado; nos referimos a las luchas contra los interventores yanquis libradas por intelectuales y artistas dominicanos agrupados en el Frente Cultural.
No recordamos haber visto nunca portando un arma de fuego ni participando en ninguna de las batallas que se libraron en Abril de 1965 a José Israel Cuello, Asdrúbal Domínguez, Marcio Veloz Maggiolo, Emilio Rodríguez Demorizi, Jottin Cury, Hugo Tolentino Dipp, Marcio Mejía Ricart, Roberto Cassá, Bonaparte Gautreaux Piñeyro, Salvador Jorge Blanco, Efraín Castillo, Tirso Mejía Ricart, Franklyn Franco, Miñín Soto, Euclides Gutiérrez Félix y otros que escapan a mi memoria; todos ellos eran combatientes civiles de la Guerra de Abril y defensores a ultranza de la soberanía nacional y del derecho de autodeterminación del pueblo dominicano. Esos intelectuales y artistas no portaban armas, nada sabían de tácticas ni de estrategias militares; aún así, libraron y ganaron la más difícil de las batallas, la de la cultura, la de mantener vivas las esperanzas de los soldados constitucionalistas y de los combatientes revolucionarios de salir airosos luchando en condiciones tan desiguales contra el ejército más poderoso del planeta. Lo mismo cabe decirse de los poetas René del Risco y Bermúdez, Abelardo Vicioso, Juan José Ayuso, Pedro Mir, Máximo Avilés Blonda, Grey Coiscou, Pedro Caro, Ramón Francisco, Rafael Astacio Hernández; de los pintores Silvano Lora, Ramón Oviedo, Elsa Núñez, Norberto Santana, Giovanni Ferrúa; de los actores de teatro Iván García, Áurea Juliao, Franklin Domínguez, Delta Soto, Rubén Echavarría y María Castillo, de los cantantes Fernando Casado, Violeta Stephen Elena Santos, Aníbal de Peña, y de los locutores, Tomás Pujols Sanabia, Rafael Núñez Fernández, Ramón Báez Asunción, Luis Acosta Tejeda, Bruno Pimentel, Rafael Corporán de los Santos, Rafael Gómez Acevedo.
Para que el lector aprecie la calidad y la importancia de la creación de esos intelectuales y artistas de Abril, de esos soldados sin armas de la libertad y de la justicia, a continuación le ofrezco una pequeña muestra de esos trabajos, de esos gritos de protesta condenando la agresión yanqui y defendiendo el derecho de autodeterminación del pueblo dominicano que se oyeron en todo el planeta.
DECLARACIÓN DE LOS ARTISTAS
El arte vive dentro de un compromiso ineludiblemente con la sociedad y el tiempo que lo crean. Los artistas dominicanos, conscientes en todo momento de esta responsabilidad, hemos participado en la lucha desarrollada heroicamente por el pueblo de la República Dominicana. Y seguimos participando en su firme decisión de mantener en la mesa de conferencias los principios fundamentales de esta lucha.
El arte, integrado como actividad colateral a la lucha armada, ha constituido una fuente de impulso de espíritu indomable que mantuvo en la trinchera vivo el heroísmo e inagotable la fuerza.
Nuestra sociedad es ésta y este es nuestro tiempo. Los artistas no hemos vacilado en acatar este designio histórico y, yendo más allá, realizamos aportes de inestimable valor al martirologio de la Revolución.
Hoy, cuando se busca por los caminos de la paz la solución al conflicto que llevó al pueblo a las armas, consideramos un deber ineludible alzar nuestras voces para que el mundo sepa que hemos estado junto al pueblo y que como siempre estaremos dispuestos a combatir con el arte como arma y escudo.
Los artistas dominicanos hemos padecido con indignación en la sangre el atropello incalificable contra la Soberanía Nacional que una potencia extranjera, por la razón de su fuerza, ha perpetrado contra la República.
Y en defensa de esa Soberanía nos lanzamos al combate.
Los artistas dominicanos hemos visto con amargas lágrimas en los ojos el asiento descarado de la tropa extranjera para consumar la violación flagrante no sólo a la Soberanía Nacional sino a la Libre Determinación que como pueblo tienen la Patria muy bien ganada.
Y en defensa de esa Soberanía y de ese inalienable derecho de autodeterminación estamos dispuestos a seguir combatiendo en los campos honrosos de la negociación.
Hemos cumplido con nuestro deber. Seguiremos cumpliendo con nuestro deber. Porque el arte, cuando no es fiel expresión de las agonías y de las esperanzas del pueblo que a través de su propia existencia lo sugiere, abandona por completo su raíz esencialmente humana y humanista.
Los artistas dominicanos, conscientes de haber cumplido con nuestro deber y conscientes también de la autoridad y responsabilidad que debemos asumir en estos momentos, no vacilamos en ofrecer al Gobierno Constitucional de la República un amplio voto de apoyo y reconocimiento, tanto por su posición en las horas dramáticas de la guerra como por su posición en los momentos de las negociaciones pacíficas.
Presente, pues, hemos dicho los artistas en esta lucha de los hombres de la República Dominicana por la libertad, por la justicia social, por la Democracia.
En Santo Domingo,
a 4 de Julio de 1965
CANTO A SANTO DOMINGO VERTICAL
Abelardo Vicioso
Ciudad que ha sido armada para ganar la gloria,
Santo Domingo, digna fortaleza del alba,
hoy moran en mi alma todas mis alegrías
al presenciar tus calles conmovidas y claras,
el rostro erguido y bronca la voz de tu trinchera
¡Yanqui, vuelve a tu casa!
Sé que para engullirte como sardina rondan
treinta y seis tiburones en tu ardiente ensenada,
celosos de los hombres que construyen la vida
Y nunca se arrodillan en sus grandes batallas.
Y tú estarás de pie, diciendo al enemigo:
¡Yanqui, vuelve a tu casa!
El cinturón de fuego que tu vientre comprime
puede volver cenizas la vastedad del mapa.
Pero quiero decirte, guardiana de mis sueños,
que todos sus infiernos y sus hambres se apagan
en el océano inmenso de los pueblos que gritan:
¡Yanqui, vuelve a tu casa!
Quiero que sepas hoy que te amo más que nunca,
}corazón de la vida que prefiere la Patria.
Que a todos los amores sembrados en el mundo
quito una flor y es poco para cantar tu hazaña.
Nunca te había visto tan hermosa diciendo:
¡Yanqui, vuelve a tu casa!
Tú estarás para siempre dibujada en mi pecho
de marinero en ruta tras la estrella del alba.
Tu voz será la música de mis noches de fiesta.
Y cuando en algún sitio la luna esté apagada,
desplegando mis velas repetiré contigo:
¡Yanqui, vuelve a tu casa!
¡Vuelve a tu casa, yanqui! Santo Domingo tiene
más ganas de morirse que verse a tus plantas.
Y si violas sus calles combatientes y puras
la tendrá en cenizas, pero nunca entregada.
En medio del silencia de la ciudad hundida
gritarán los escombros:
¡Yanqui, vuelve a tu casa!
La lucha de los constitucionalistas por la libertad y por la soberanía revistió de otras formas menos convencionales que las que acabamos de describir. Se extendió tras las líneas enemigas; tuvo lugar en embajadas extranjeras, en centros de comunicaciones, en hoteles, en lugares de diversión y en las alcobas de los interventores. Y rindieron sus frutos. Los yanquis llegaron a creerse que el ejército constitucionalista poseía armamentos y explosivos como para destruir toda la ciudad colonial, incluyendo los bancos y demás entidades financieras, que en realidad no tenía, lo que representó una ventaja para nosotros a la hora de establecer conversaciones con los diplomáticos interventores en busca de una salida política al conflicto. Y es que no era posible una actividad bélica como la Guerra de Abril de 1965 sin espionaje. Casi todos los y las combatientes constitucionalistas que participaron en ese peligroso juego entre bastidores actuaron solos como lobos solitarios. Accionaron movidos por impulso de conciencia y siempre estuvieron dispuestos a morir por sus ideales. A ellos no referiremos en una de las entregas de esta serie.