Intelectuales patrimonialistas y clientelistas

Intelectuales patrimonialistas y clientelistas

DIÓGENES CÉSPEDES
diógenes.cespedes@gmail.com 
Cuando publiqué el opúsculo “Tres ensayos acerca de la relación entre los intelectuales, el Poder y sus instancias” (S. Dgo: Editora Centenario, 2003) tracé para siempre una raya de Pizarro entre los intelectuales dominicanos que apoyan, consciente o inconscientemente por su práctica de la metafísica del signo, el patrimonialismo y el clientelismo y los que no apoyamos esa forma de hacer política en nuestro país.

En el segundo ensayo titulado “Análisis histórico del reeleccionismo y el antirreeleccionismo en la sociedad dominicana” fue donde tracé para siempre esa raya de Pizarro. Lo hice, teoría y práctica en acción, el 23 de agosto de 2003 cuando salió de la imprenta el opúsculo, en plena efervescencia de los  aprestos reeleccionistas del Presidente Hipólito Mejía, en cuyo gobierno ocupaba yo el cargo de Director General de la Biblioteca Nacional.

Para que quedara constancia, distribuí, comenzando por el Ministro Raful y el funcionarado más importante de la Secretaría de Estado de Cultura, mi humilde opúsculo antirreeleccionista. Esperé pacientemente cualquier disposición de parte del Poder. Me dije: Lo único que el Poder puede hacer conmigo es cancelarme. Nada más. Pero eso no se produjo. Esto explica que cuando Raful publicó el 13 de mayo de 2004 su manifiesto cultural en apoyo de la reelección, sólo un puñado de intelectuales, que contados con una mano sobran dedos, desmintió categóricamente que apoyara el reeleccionismo. Yo lo hice en obediencia a principios éticos, ideológicos y políticos fundamentados en mi homogeneidad entre el decir, el vivir y el escribir, lo cual es propio de todo sujeto que, si se precia de tal, orienta su política y el sentido de su práctica y su discurso, en contra de la política del signo. Los aprestos reeleccionistas del Presidente Mejía se concretaron con la reforma constitucional del 2004, para la cual fueron comprados, entre otros, ocho diputados del PLD, sin que los esfuerzos de Lidio Cadet por impedirlo dieran frutos. La corrupción que Balaguer había legitimado entre los políticos del país, ya estaba en la médula y en las ambiciones de los sujetos que han hecho de los grandes y pequeños partidos un negocio muy rentable. Juan Bosch fue el primero en darse cuenta de esa perversión. Mi conducta de la época me valió elogios de los intelectuales peledeístas  de más viso. Pero como sujeto  intelectual, mi divisa es ni elogio, ni condena, ni silencio, me dije: “A todos ustedes que llenan las columnas de los periódicos y se desgañitan en los programas de radio y televisión despotricando en contra de la reelección de Hipólito Mejía, les espero tranquilito en el 2008”.

¡Qué va! Desde el mismo día de la jura de Fernández esos sociólogos, poetas, historiadores, activistas culturales, actores y actrices de teatro, profesores universitarios, músicos,  cantantes y bailarines ya eran zaramagullones del reeleccionismo. Y justificaban esa falta a los principios del PLD y a Juan Bosch con un sofisma discursivo oportunista y demagógico: Que la Constitución no prohíbe la reelección. Son los Gorgias modernos. Se apearon la máscara. Perdido el crédito de intelectuales críticos con que engañaron al país durante los doce años del balaguerato, asumen hoy el rol de propagandistas vulgares,  esfumada la seudocriticidad que una vez exhibieron en salones y saraos.

Publicaciones Relacionadas