Inteligencia artificial

Inteligencia artificial

Ha muerto Marvin Minsky, padre de la revolución informática, director en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), del famoso laboratorio para el desarrollo de la “inteligencia artificial”. Muere a los 88 años, después de una vida fecunda y controversial. Minsky trabajó durante años en el diseño de un microscopio de alta resolución que permitiera estudiar mejor el tejido cerebral, tanto de hombres como de animales. Minsky estaba convencido de que las máquinas pensantes, que llamamos computadoras, llegarían a tener “estados de ánimo”. Creía que las máquinas de su laboratorio estaban subutilizadas, por carecer de “programas que se adaptasen a ellas”.

Afirmaba que las “capacidades físicas, sensoriales, de las máquinas inteligentes aún son limitadas, pero no sucede igual con sus capacidades mentales que, en muchos terrenos, son superiores al hombre”. Según Minsky, las máquinas inteligentes pueden escapar de las previsiones de los ingenieros que las han construido. Los hombres comunes suponen que las máquinas no pueden sentir pasiones. Pero el propio Minsky concibió, para Stanley Kubrieck y la película “2001, una odisea del espacio”, un robot que se libera de sus creadores. Sin embargo, admitía que “en el estado actual de los conocimientos, las máquinas no pueden tener ni buenas, ni malas intenciones”.

Decía, sibilinamente, que esto último era así… “por el momento”. Explicaba que, una sola máquina no es comparable al cerebro, pero varias máquinas combinadas entre sí cumplirían el equivalente de sus funciones. Pensaba que las máquinas “destruirían el empleo”. Y comentaba que hace doscientos años la humanidad pasaba el 95% de su tiempo buscando los alimentos. Ahora hay personas que dedican muchísimo tiempo a mirar la televisión. Las máquinas resolverán el problema del “tiempo libre” con el que sueñan poetas y filósofos.

He aquí dos inquietantes opiniones de Minsky: los políticos pueden detener o retrasar el desarrollo de las máquinas inteligentes; pueden rebelarse contra la informática “por su peligrosidad”. La mayor amenaza para la evolución de las máquinas es “la desaparición de los sabios”. Está desapareciendo la cultura que fomentaba el estudio; el ambiente propio de los judíos de la Europa central y de los EUA, que privilegiaba la reflexión sobre problemas universales. Sin sabios investigadores curiosos no habría algoritmos, ni “softwares”.

 

 

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