República Dominicana está en camino de que le coja la noche, como le ocurre con el DR-CAFTA sin haber neutralizado paulatinamente y en tiempo hábil la presencia desbordada de artículos de plástico, generalmente envolturas de un solo uso en innumerables intermediaciones comerciales y consumos; atrás, muy atrás, de la aplicación de restricciones que en otros países y mediante plazos irrevocables pondrán no muy lejos el requiescat a esa fuente incontenible de residuos no biodegradables que parecen destinados a sepultar cada vez más espacios urbanos y rurales; suelos y drenajes. No solo agreden con severidad los ambientes. Además obstruyen críticamente los saneamientos cloacales. Los ciudadanos parecen condenados a prtmsnrvrt bajo el impacto contaminante de cosas aparentemente efímeras que botaron creyendo que sería para siempre jamás.
Puede leer: El presidente Abinader y la transparencia de RD ante asamblea de ONU
El país falla con una especie de inercia contemplativa que deja las soluciones para los días, meses y años siguientes mientras ha ido desapareciendo la diferencia entre los ríos y las alcantarillas. En reciclaje sistemático de fundas y botellas de los más variados contenidos no se alcanza ni al 10% de lo que las industrias dirigen a públicos cada vez más numerosos. Las escasas inversiones a nivel nacional de las empresas para reutilizar millones y millones de recipientes no evitarán que a la larga se conviertan en el mayor problema medioambiental del país. Y todo por retrasos en aplicar estrategias público-privadas para conjurarlo.