Interactuando en Washington (I)

Interactuando en Washington (I)

HUGO GUILIANI CURY
Hace exactamente tres años que salí hacia Washington con el objetivo de tratar de convencer a Estados Unidos que hiciese un Tratado de Libre Comercio con República Dominicana. En aquel entonces el liderazgo dominicano lucia ausente, apático y con escaso conocimiento en torno a este tema y los pocos que sabían de esto no lo querían y pensaban que nunca se haría realidad. El RD-CAFTA es ya una realidad y ahora casi todos se quieren montar en ese tren. Es por eso que escribo estas notas con la esperanza de que en el futuro seamos como nación más previsores, pues se tuvo que hacer un enorme esfuerzo para poder montarnos en un tranvía que ya había partido con los cinco países centroamericanos.

Igualmente lo hago para que las generaciones que vienen conozcan cómo en esa ocasión se interactuó en Norteamérica con su gobierno, el Congreso, el sector privado y los dominicanos que viven en esa nación.

Para que nuestros lectores tengan los antecedentes de los hechos ocurridos en torno a este tema debo hacer mención de algunos de los principales acontecimientos ocurridos desde el 2002. El primero fue cuando en el mes de enero del 2002, el Presidente George W. Bush declaró que su país haría un Tratado de Libre Comercio con Centroamérica. Al mes siguiente un grupo de funcionarios del gobierno visitamos a Peter Allgeier, segundo a bordo en el USTR, y este nos comunicó que no era Estados Unidos quien había excluido a República Dominicana. En abril 2002, en la Cumbre celebrada en Monterrey, el Presidente Mejía se reunió con el Presidente Flores, de El Salvador. En esa reunión el mensaje de Flores fue claro: la República Dominicana no estaba ni sería incluida en los planes del futuro CAFTA. A partir de ese momento se da inicio a la búsqueda de una reunión entre el Presidente Mejía y el Presidente Bush, la cual se hizo en julio del 2002. Es en ese encuentro donde se solicita por primera vez a Estados Unidos que República Dominicana desea un trato en términos comerciales igualitario al que Estados Unidos le estaba dando a Centroamérica. Partiendo de ahí se diseñó la estrategia parte de la cual describo en estas notas.

A los que tienen que interactuar con los gobiernos para alcanzar un determinado objetivo les es indispensable conocer hacia dónde deben dirigir los esfuerzos de su gestión para tratar obtener lo que se busca. En este caso el objetivo era lograr un cambio en la Agenda Comercial externa de los Estados Unidos en el período 2002 – 2004 para que ese país aceptase otorgarle un Tratado de Libre Comercio o la incluyera en el Acuerdo con los centroamericanos. El proceso tendría tres fases que eran, primero, la estrategia para lograr el objetivo antes mencionado; la segunda fase sería el proceso de negociación del TLC y la tercera era la labor de lobismo que habría que realizar para que el Congreso norteamericano lo aprobase. Para alcanzar esas metas había que tener éxito en la primera fase de la estrategia, pues de lo contrario nuestro país sería perjudicado en relación a Centroamérica ya que el comercio y las inversiones externas preferirían a esa región en lugar de República Dominicana. No teníamos mucho tiempo, pues el proceso hacia un TLC con Centroamérica ya estaba en marcha. Desde el mismo día que presenté mis credenciales al Presidente Bush, le señalé que esa era la prioridad de mi misión en Washington. Le repetí el mismo mensaje en las cuatro ocasiones en que posteriormente pude verlo y conversar brevemente con él. Igualmente importante fue el contacto que hice con el Gobernador J. Bush, pues el país es uno de los socios más importantes del Estado de la Florida.

En teoría, la entidad en la cual tenía que concentrar la atención y el esfuerzo era el Departamento de Estado. Este es el ministerio responsable de la política exterior norteamericana y es a quien deben dirigirse los diplomáticos acreditados en Washington. Decidí tomar otra ruta ya que el secretario de Estado, Colin Powell, no estaba ejerciendo una gran influencia en las decisiones de la Casa Blanca, lo que también debilitaba al Departamento de Estado. Igualmente ocurría con el Ministerio de Comercio que no tenía un papel relevante en los asuntos de la política comercial externa. Tenía entonces que buscar otras áreas de poder dentro de la administración que me pudieran ayudar. En aquel entonces y bajo el esquema en que operaba la administración del Presidente G. W. Bush, el Consejo Nacional de Seguridad (NSC) era la instancia más cercana a él. El NSC era dirigido por Condoleessa Rice, quien formaba parte del círculo íntimo del Presidente y donde se tomaban las grandes decisiones referentes a la política exterior norteamericana. La doctora Rice se mantenía alejada de los asuntos del hemisferio occidental y toda su atención la dirigía a los temas de Irak, Rusia y Afganistán. Sin embargo, el CNS también contaba con un magnífico equipo de personas que se encargaban de los asuntos hemisféricos. Como conocía que era del CNS de donde podría salir una recomendación de ese género hacia el Presidente George W. Bush. Concentré en ese organismo tan vital gran parte del esfuerzo que realizaría.

El otro lugar de prioridad lo era el Congreso norteamericano, donde tendríamos que lograr el apoyo de un buen número de congresistas de ambos partidos. Ese apoyo congresional no podía ser pasivo porque no tendría impacto y por ello habría que buscar dos congresistas que asumieran el liderazgo y lo expresaran en forma militante. Esto se logró en el lado republicano con Jerry Weller y en el sector de los demócratas con Charles Rangel. Estos Congresistas pusieron su tiempo y toda su influencia para que República Dominicana pudiese tener un TLC con Estados Unidos. En el trabajo dentro del Congreso me ayudaron varios jóvenes de origen dominicano que desempeñaban importantes cargos políticos en ese país. Uno de ellos era senador a nivel estatal y otros eran miembros (Diputados) de las Cámaras de Representantes de varios Estados. Pero también conté con el apoyo de una activa organización privada de jóvenes dominicanos que interactúan en la política de ese país. El dinamismo y el buen deseo de todos ellos me llevó a viajar a sus ciudades a dar charlas y a convencerlos de las bondades del Proyecto de Tratado con Estados Unidos. Ellos me dieron su respaldo y me acompañaron en Washington a visitar a numerosos congresistas. Esto significaba que no sólo era la visita de un embajador de un país pequeño a un congresista, sino también, la de los miembros políticos de sus comunidades.

El USTR era más que prioritario, pues es la oficina encargada de negociar los tratados comerciales de los Estados Unidos, la cual era dirigida por Robert Zoellick, un funcionario que dentro de su área de acción tuvo mucho poder y cercanía con el Presidente G. W. Bush. Sin embargo, aquí se presentaba el escollo de que inicialmente al jefe del USTR no le agradaba la idea de hacer un TLC bilateral con República Dominicana, ni tampoco deseaba integrarnos al CAFTA. Robert Zoellick tenía como uno de sus objetivos prioritarios que el CAFTA avanzara rápidamente y su visión era que una eventual incorporación nuestra a esas negociaciones podría complicar y retrasar ese proceso. Ese punto de vista era compartido por los presidentes, ministros y empresarios centroamericanos. La realidad era que en ese entonces República Dominicana no estaba en la Agenda de trabajo del jefe máximo del USTR y él prefería que República Dominicana permaneciera en el grupo de 34 naciones que integrarían la proyectada integración hemisférica denominada «Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

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