Interactuando en Washington (II)

Interactuando en Washington (II)

HUGO GUILIANI CURY
Conocía algo de la trayectoria de Luiz Inacio Lula da Silva y de su pensamiento en torno a los procesos de Integración Comercial y sabía que él no sería un partidario del ALCA. Su política en torno a este tema fue expuesta por él en un trabajo que se publicó en la revista Foreign Affairs en el primer trimestre del 2003 y en el cual Lula señaló que el ALCA no sería prioridad en su política comercial. No obstante esto, el gobierno norteamericano siguió tratando de atraerlo y hacerle ver las conveniencias de este y por ello el Presidente Bush le recibió dos veces en menos de un año.

Cuando leí las transcripciones de la conversación entre los dos presidentes, pude notar que cuando el Presidente Bush tocaba el tema del ALCA, el Presidente Lula no respondía nada en torno a ese punto. Esas y otras circunstancias me hacían visualizar que el ALCA eventualmente se paralizaría, debido también a las posiciones encontradas entre Estados Unidos y Brasil por los subsidios agrícolas. Sin embargo el gobierno brasileño buscaba ganar tiempo para resolver primero a nivel internacional los graves problemas financieros que tenía. Tampoco el gigante del Cono Sur deseaba tener un choque con los norteamericanos, lo cual podría afectar sus relaciones políticas y con la comunidad financiera a nivel internacional. Sin embargo, este tipo de estrategia que llevaba el Brasil no era posible continuarla indefinidamente y por eso llegó un momento en que los norteamericanos se cansaron de los obstáculos que los brasileños ponían en las negociaciones del ALCA, las cuales se paralizaron en el verano del 2003 y colapsaron entre el período de la Reunión Ministerial de Miami en noviembre 2003 y la de Puebla en febrero 2004.

La otra área de mucha importancia y con la que tenía que actuar coordinadamente era la embajada norteamericana en Santo Domingo. Esta y su embajador Hans Hertell, desde inicios del 2002 estuvieron realizando un importante rol para que República Dominicana lograse el TLC. Con ellos trabajé coordinadamente primero desde la Secretaría de Industria y Comercio y luego desde Washington para así lograr el objetivo que buscábamos. Igualmente debía tener en cuenta que en la administración del gobierno norteamericano las diferentes agencias gubernamentales tienen reuniones periódicas donde discuten, coordinan y toman decisiones sobre determinados asuntos de importancia. Dentro de ese esquema de trabajo, se tendría que tener un apoyo de casi todos los ministerios que asisten a esas reuniones pues, cualquier escollo en uno de ellos podría ser perjudicial.

Esto significaba que también debería trabajar al resto de las agencias del gobierno norteamericano que tuvieran que ver con asuntos de política externa y comerciales. Simultáneamente había que buscar el apoyo de las más importantes empresas norteamericanas que tienen negocios con República Dominicana y lograr que sus principales ejecutivos influyeran sobre la administración del Presidente Bush. Algunas de ellas nos prestaron en el tramo final de la estrategia su apoyo e influencia, lo que se reflejó en forma positiva sobre los objetivos buscados.

Al inicio de las gestiones dominicanas en el verano del 2002, el USTR nos indicaba que el país no cumplía con las condiciones que se necesitaban para poder tener un TLC con Estados Unidos. Este era uno de los obstáculos que se tenían además de que en el país el liderazgo político y empresarial parecía seguir no teniendo interés y veía las diligencias que se hacían en Washington como algo que no sería realidad y eso era conocido en las esferas del gobierno norteamericano. En ocasiones pensaba que lo que hacía era una tarea incomprendida e imposible pues los norteamericanos decían que el país no estaba preparado, los centroamericanos no nos querían dentro de su acuerdo y en el país nuestro liderazgo no visualizaba la importancia de lo que se hacía en Washington. Era como estar siempre subiendo una cuesta sin encontrar una bajadita que me diera un respiro y algo de aliento para proseguir. El contraste de ese escenario lo fue el Presidente Mejía, quien colocó este tema en su agenda como un asunto de alta prioridad. A pesar de las dificultades que enfrentaba el gobierno en el 2003 el Presidente sacó tiempo para trasladarse tres veces a Washington en lo que fue la primera fase de la estrategia y desde allí darle apoyo al trabajo que se hacía en Washington. Un aspecto positivo fue que gradualmente se fueron eliminando algunos problemas que afectaban las relaciones comerciales entre ambas naciones, lo cual se logró a través de las diversas reuniones que se celebraron vía el Consejo de Comercio e Inversión. Esto fue reforzado con argumentos que buscaban mejorar la imagen del país; uno era el que señalaba que en términos comerciales y políticos éramos un socio importante de Estados Unidos y que no se justificaba el que nos dieran un tratamiento discriminatorio frente a Centroamérica. Pero igualmente lo fue el demostrar que estábamos mejor preparados para negociar que cualquiera de los países con los cuales Estados Unidos había concertado tratados bilaterales. El otro fue el señalamiento de que nuestro país había tenido, en el período 1992-2002, el crecimiento económico más alto del hemisferio y que superábamos a Chile así como a todos los países centroamericanos. Pero el argumento que más impacto causaba era cuando señalábamos que República Dominicana era junto a Costa Rica y Colombia, los únicos países del hemisferio occidental que en cuatro décadas no habían tenido ninguna interrupción en sus procesos democráticos. Para mi asombro ni siquiera en los más selectos centros de pensamiento (think-tanks) de Washington conocían esos datos, lo que me reveló que el país tiene que tratar de venderse mejor en el exterior. Estos argumentos incidieron positivamente y nos crearon un ambiente favorable en los diferentes círculos de Washington. Pero aun así no lográbamos el empuje que diera lugar a una definición de parte de los Estados Unidos. Esto ocurrió en mayo del 2003 cuando el Presidente dominicano se reunió por segunda vez con su homólogo norteamericano, quien en ese encuentro le aseguró que República Dominicana no sería perjudicada e iría «junto a Centroamérica». Sin embargo, aun con la posición favorable y hecha pública de parte del Presidente de Estados Unidos, la comunicación oficial al Congreso no se lograba y esto dio lugar a que se tuviera que seguir haciendo diligencias y presionando. Dos acciones fueron determinantes en este proceso. La primera fue la intervención de Charles Rangel frente al USTR y la segunda cuando se logró que el Consejo Nacional de Seguridad (NSC) pusiera en la agenda de las reuniones inter–agencias el caso dominicano. Fue en ese encuentro de donde salió la recomendación final al Presidente Bush de que se procediera positivamente en torno al caso dominicano. En esa reunión el representante de un ministerio hizo la pregunta de cuál era la prisa de tomar una decisión sobre República Dominicana y que era preferible dejar esa decisión para el 2004, a lo cual uno de los presentes le contestó que porque el Presidente Bush deseaba que se procediera inmediatamente en el caso dominicano. Pocos días después, el 4 de Agosto del 2003, la Casa Blanca notificó a su Congreso que negociaría un TLC con República Dominicana. Ese día terminó la primera fase de la estrategia que se había llevado a cabo para obtener un TLC con Estados Unidos y yo me sentí satisfecho de haber cumplido con una gran parte de mi misión en Washington.

Habiendo el Congreso dominicano aprobado el RD-CAFTA, esto significa que el país ha asumido un compromiso y espero que podamos cumplir a tiempo con todas las obligaciones y acciones que deben ser tomadas para poder aprovechar este tratado. Esto así porque como han podido observar, el subirnos al tren CAFTA en que sólo viajaban los centroamericanos no fue fácil. Ahora ese tren se llama RD-CAFTA pero si no realizamos, post aprobación RD-CAFTA, las tareas a que nos comprometimos, también es posible que nos bajen de ese tren.

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