Escuchando esta semana en una conferencia, cómo el expositor internacional nos exhortaba a todos los presentes a practicar y, de paso, transmitirle a nuestros amigos, allegados y compañeros de labores, los 7 interesantes hábitos que Stephen R. Covey nos dejó como legado en su libro de autoayuda “Los siete hábitos de la gente altamente efectiva” publicado inicialmente en 1989, en inglés (titulado originalmente The Seven Habits of Highly Effective People). Desde su publicación inicial, se han vendido más de 25 millones de copias en 38 idiomas. Por lo cual en esta ocasión, aunque de seguro muchos lo habrán leído, me he motivado a escribir estas líneas destacando los aspectos más relevantes a considerar, para que entendamos que si queremos cambiar cualquier situación, tenemos que comportarnos en forma distinta, pero para cambiar nuestro comportamiento, debemos antes modificar nuestros paradigmas, y así, nuestra forma de interpretar el mundo.
Este es un libro cuya finalidad es la de darnos las herramientas para lograr una interrelación productiva con nuestro medio y nuestros semejantes, bajo el concepto de los cambios de paradigma o formas de ver la realidad, bajo un proceso dividido en 7 pasos o hábitos que van desde una transformación paulatina del yo interior hasta la influencia que esta transformación puede ejercer sobre nuestro medio y nuestras relaciones con nuestros semejantes, pues como seres sociales que somos, necesitamos mantener relaciones de interdependencia con todos y lo que se pretende es que éstas sean lo más productivas posibles.
“No importa a cuántas personas usted supervise, hay una sola persona a la cual puede cambiar: a usted mismo. La mejor inversión que puede hacer, entonces, es en mejorarse a sí mismo desarrollando los hábitos que le harán mejor persona y mejor gerente”.
Lo que buscamos es con 7 hábitos, lograr una nueva forma para cambiar estos paradigmas, al instaurar nuevos hábitos que nos permitirán escapar de la inercia y encaminarnos hacia nuestros objetivos.
Los tres primeros hábitos tratan del auto-dominio. Es decir, están orientados a lograr el crecimiento de la personalidad para obtener la independencia.
Los siguientes tres hábitos tratan de las relaciones con los demás – trabajo en equipo, cooperación y comunicaciones; están orientados a lograr la interdependencia.
Finalmente, el hábito siete, se refiere a la renovación continua que nos llevará a entender mejor los hábitos restantes.
Si entendemos que un “hábito” está en la intersección de tres componentes que se solapan: el Conocimiento, las Habilidades y el Deseo (o actitud), entonces el Conocimiento nos indica qué hacer y por qué, las Habilidades nos enseñan cómo hacer las cosas y el Deseo es la motivación, nuestros ganas de hacerlas.
Sin abundar mucho más, para que se motiven a profundizar en cada uno de ellos, los 7 hábitos que nos enseña Covey son:
Hábito 1 – Ser proactivo,
Hábito 2 – Comience con un fin en mente,
Hábito 3 – Poner primero lo primero,
Hábito 4 – Piense Ganar / Ganar,
Hábito 5 – Busque primero entender, luego ser entendido,
Hábito 6 – Sinergice,
Hábito 7 – Afilar la sierra.
En esencia, el libro lista treinta y dos principios de acción, que, una vez establecidos como hábitos, nos ayudará a alcanzar un alto nivel de efectividad en los aspectos relevantes de nuestra vida. Covey argumenta que dichos hábitos están basados en principios de carácter ético, que -a diferencia de los valores-, son atemporales y universales.
Finalmente, resulta oportuno indicar que creando estos hábitos, hasta podemos llegar a identificar esas herramientas necesarias para autoevaluarnos y emprender un nuevo modelo de vida personal y organizacional, de olvidarnos de aquel paradigma de tener infinidades de proyectos sin arriesgarnos a ejecutar al menos uno. Resulta necesario equivocarnos para aprender, hay que atreverse para crecer, tener capacidad de buscar y ver ideas diferentes, de ver más allá de donde ven todas las demás personas, eso es lo que hace la diferencia, y es precisamente lo que hizo Fayol, Taylor, Einstein, Newton, Da Vinci, Darwin, Arquímedes, entre otros, lo que lograron por consiguiente fue solo el resultado del esfuerzo.