Si uno quisiera, por curiosidad o por interés, conocer en detalle cómo se ejecutan las maniobras políticas para alcanzar los objetivos del poder, tendría, en la vida política dominicana, una de las mejores escuelas del continente para estudiar y profundizar en las marrullerías y conveniencias que entorpecen e impiden el desarrollo del país.
En los pasados 23 años, después que el mundo comunista pasó a la historia y sus más radicales seguidores latinoamericanos se dieron cuenta del tiempo perdido, de un castrismo romántico congelado y aislado en el tiempo por el vislumbre de nuevas oportunidades de la libre empresa, con un capitalismo salvaje, arrollador y contagiante, que arrastró a los idealistas a vivir la nueva experiencia de pasar de ser comunista de la juventud a disfrutar de las bonanzas del burgués de la mediana edad. Ahora son feroces defensores del medio ambiente.
La experiencia del país, en ese tránsito de las ideologías a las fortunas hechas a la sombra del disfrute del poder, se inició con bríos cuando en el 1996 llegó al gobierno, gracias a una hábil maniobra del doctor Joaquín Balaguer, una nueva generación de políticos de exagerada tendencia marxista, que surgieron al influjo de la prédica nacionalista e izquierdista del profesor Juan Bosch y bajo el impacto del mundo comunista y socialista antes de 1989.
Esta nueva generación, al verse con las manos llenas de un poder del cual podían disfrutar sus mieles, al ritmo de una supuesta honradez sin máculas, se dejó cautivar por todas las facilidades que se le brindaban a ejercer el poder político y se vendieron como algo superior a la capacidad de los dominicanos de entonces. Pero esos jóvenes, cuatro años después, se habían embriagado del poder y habían pasado a la nueva burguesía política con el disfrute pleno del gobierno y con fortunas que competían con las tradicionales, aun cuando la mayoría de las mismas se habían forjado a la sombra de otros gobernantes, en especial durante la dictadura de Trujillo.
Ya para el 2000, y con la experiencia de sus antecesores, el PRD, que desde el 1986 había dejado de ser gobierno, arrancó con nuevos bríos y toda su política la supeditó a sus dirigentes, entonces funcionarios, a resolver su pasado de estrecheces, y recuperar las energías políticas que precipitó al país al desastre bancario del 2003 y la fracasada reelección de Mejía. El país prefirió volver a las manos del PLD, a sabiendas de lo que había ocurrido al final del siglo pasado.
En esos ocho años del país del siglo XXI en manos del PLD, después del desastre perredeista, volvió a darle en mayo del 2012 una nueva oportunidad al PLD, con una economía de amplios recursos, endeudando al país más allá de los $13 mil millones de dólares, y provocó, para mediados del año pasado, un déficit fiscal superior a los RD$200 mil millones de pesos.
Los políticos, al llegar al poder, han amarrado previamente sus compromisos y promesas con los diversos agentes que le aseguraran el triunfo, con el apoyo de algunos de los diversos partidos minoritarios, soportes del triunfo, como ocurrió en las elecciones pasadas, en las que el PRD sacó individualmente más votos que el PLD, pero los pequeños grupos aliados al PLD les aseguró el triunfo para mantener en el poder a la maquinaria morada y hoy disfrutan de aberrantes privilegios y suculentos botines.
Las caras mal vistas en el disfrute del poder, denunciadas en numerosas ocasiones en los contundentes programas de Nuria y Alicia, frutos de acuerdos políticos, ennegrecen la diafanidad que el presidente Medina quiere y trata de imponerle a su gobierno, que está atrapado por diversos compromisos como los de laCancillería con las botellas diplomáticas que ganan sin estar en las sedes donde fueron nombrados.