Intereses vs. principios

Intereses vs. principios

Si se anteponen los intereses a los principios, consecuencias inevitables afloran en la vida; el objetivo se revierte, los resultados, negativos y contraproducentes, no se hacen esperar.

Los intereses creados dispusieron una atropellada reforma a la Constitución, en procura de permanecen vigentes los actuales poderes políticos, se irrespetó la Carta Magna Nacional y las consecuencias son evidentes: el gobierno, en su afán de mantener el poder, obtiene adversos resultados y entrega, en bandeja de plata a sus opositores, la oportunidad de ganar el poder con una reelección legalizada. Consecuencias que se derivan cuando, por encima de los principios que la moral establece, prevalece el interés particular encaminado a alcanzar bastados beneficios políticos o económicos -para el caso es lo mismo.

La conducta del dominicano, antaño circunspecto y formal, ha sido maleada, a través de las generaciones, por mercaderes de la política; las fullerías de Báez, la astucia de Lilís, la malicia de Trujillo y la insidia de Balaguer, han transformado al dominicano valiente, responsable y formal, en pícaro y politiquero profesional, con amplio desmedro de la vergüenza, el crédito y laboriosidad individual que antaño caracterizaba al ciudadano común.

Nada puede sustituir la productividad y el comercio natural resultante del trabajo productivo, que en toda ocasión han de estar sujetos únicamente a leyes naturales intrínsecas e imprescindibles en el intercambio entre los seres humanos, condición inherente e insustituible en el modus vivendi de todas las sociedades; cualquier ingerencia gubernamental, no solicitada por los interesados en caso de conflictos, en el canje de los recursos que han de intercambiarse equitativamente entre las personas para su subsistencia, es altamente lesiva a la economía popular, coarta el progreso e impide la prosperidad. La política dominicana se empecina en mantener atosigada la población con su afán de controlar el comercio, la ciudadanía está obligada avenirse al sistema o emigrar, las naturales consecuencias son: desorientación generalizada y empobrecimiento progresivo, al castrar la productividad y coartar el intercambio, para mantener lujosos e innecesarios cargos públicos. Lo que se considera motor de la economía, el decantado Presupuesto Nacional, no es otra cosa que apropiar valores para pago de onerosas deudas oficiales, piñata de gastos públicos para beneficios políticos y mantenimiento de prebendas apoyadas por el comercio nacional, obligado a aceptar las condiciones que el régimen impone a sucumbir bajo el fardo de la corrupción pública.

Hoy la República Dominicana se identifica por ser uno de los países más politizados del mundo, las riquezas en manos del Estado obligan el ciudadano a humillarse ante al régimen para medrar, o emigrar a otras tierras donde se le considera para y desheredado, Nada se mueve ni se logra sin un padrino en el gobierno, el individuo laborioso ha de andar tras los innumerables permisos oficiales y obligado a evadir necesariamente las artificiosas trabas oficiales, al extremo que, ninguna empresa puede mantener una contabilidad organizada, todo establecimiento comercial está obligado a llevar dos juegos de libros contables para evadir las impagables cargas fiscales, las auditorías resultan inservibles para fines financieros, los auditores serios y respetuosos de sus deberes son despreciados, sus dictámenes echados a la basura, para mantener engañada la población con fullerías políticas y rimbombancia de presuntuosos líderes.

El sistema es impuesto por Estados Unidos, porque así es allá, caracterizado por fraudes electorales, escándalos financieros en las grandes empresas y crónico déficit gubernamental, a ningún satélite puede permitirse el lujo de apartarse de las normas vigentes en el imperio. El deterioro de la economía norteamericana inmersa en fraudes, económicos, mantenimiento de vagos en barracas, pagados sin producir y utilizados como carne de cañón en conquistas bélicas, se registra por igual en nuestro país, obligado a seguir y mantener las leyes que rigen el imperio, de el depende el gobierno dominicano, esa dependencia constituye la causa fundamental del deterioro que sufre la economía popular dominicana, lo que no se ve en localidades vecinas como Curazao, por ejemplo, cuya estabilidad comercial nadie cambia ni interrumpe; a pesar de no contar con recursos naturales, como la República Dominicana, su nivel de vida es superior al nuestro y su estabilidad social es proverbial.

La política local debe admitir su fracaso, los programas distribuidores de una supuesta riqueza, que necesariamente habría de crearse para luego repartir, si acaso, andan muy lejos de la realidad; en toda sociedad quien percibe recursos sin ofrecer a cambio valores equivalentes es un antisocial, un prevaricador, un parásito, consecuentemente dañino para la Nación, la creación de empleos improductivos y el mantenimiento de entelequias fiscales encaminadas a recaudar recursos para derrocar en el Gobierno, no permiten que el país avance y la miseria mantienen su flagelo por ley natural. Si el país no abandona el sistema político norteamericano, ampuloso, imperial y coercitivo, la población dominicana habrá de conformarse con lo que hay, o disponerse a emigrar, no existe otra alternativa.

Sólo la libertad económica existe y es hija del libre comercio.

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