Internet  y personalidades ficticias

Internet  y personalidades ficticias

Parece que el mundo va de siquiatra. El impacto de las adicciones a las redes sociales: internet, videojuegos, ciberadicción, sexo virtual, pornografía y  personalidad ficticia, en las próximas décadas producirán grandes conflictos en familias, parejas, hijos, comunidades y escuelas.

Las nuevas tecnologías comunicacionales en las que se incluyen el Messenger, Facebook, Twitter o YouTube, se convierten en las nuevas formas de socialización, de creación del lenguaje, pero también en nueva forma de recreación.

Cuando esas formas incrementan las conductas de manera intensa, con frecuencia más de lo usual y alteran o interfieren con la vida familiar, de pareja y socio-laboral  dejan señal de posibles adicciones.

Pero algo más penoso se observa, y es el proceso de la nueva identidad secundaria que se estructura a partir de las redes sociales, y ni hablar del aislamiento social, la despersonalización que se da de forma masiva.

Ahora para mal, el internet permite crear las personalidades virtuales, modificar las propiedades físicas que en el mundo real son inamovibles. Es decir, una persona puede reinventarse a sí misma, bajar de peso, ponerse más bella, lucir más joven, más atlética y con mejor status social.

Estás nuevas formas han provocado sexo virtual, infidelidades virtuales, conquistas amorosas y hasta matrimonios por internet, algunos con niveles de frustración y desencanto total después de socializar en la vida real.

Es evidente que, son tiempos de terapia del ocio. Nada mejor que el internet y las redes sociales, para quedarse en casa entre la computadora, la televisión, el BB, comida chatarra y el sexo impersonal.

 Todo a bajo “precio” no importa que más niños, adolescentes y adultos se hagan alexitimicos, incapaces para expresar afecto o emociones positivas.

Sencillamente, serán una generación que no toca, no acaricia, no halaga ni se interesa por socializar la vida de frente, por ver  el rostro, olfatear al otro, deglutir al ser humano.

Posiblemente se crea que todo va bien. Pues no; los que trabajamos la conducta humana y observamos personas con problemas, sabemos de la adición al internet en adolescentes, de los videojuegos y la compulsión por ello. Ni hablar, de las adicciones a pornografía, a la ludopatía por internet, y esa vida que solamente gira y consume redes sociales.

La adicción, lo sabemos los siquiatras, es una pérdida de la libertad. Establece una relación negativa de dependencia, donde no se puede detener la conducta ni el pensamiento ni los sentimientos.

Existen parejas en conflicto o divorciadas por causa de las redes sociales. Uno de los dos no puso límites a la subida de fotos por el Facebook, o al chateo seductor y de mensajes eróticos, o a la infidelidad virtual.

Hay familias que no almuerzan juntas, ya no conversan ni en el vehículo ni en la casa, ni en un restaurante, debido a que cada quien está en el BB.

Estas implicaciones han producido cambios en los afectos, las emociones, los vínculos y el apego.

El adulto de hoy no sabe cómo manejar de forma responsable las redes sociales, dirigirlas él, controlarlas él, aprender cuándo parar, y en qué lugar no se usan.

Ya en las consultas médicas se prohíbe usar el móvil; debería no usarse a la hora de almorzar, o  de dormir, cuando se está concentrado en un trabajo, o cuando se conduce un automóvil.

Si hoy tenemos adictos a la cocaína, heroína, a juegos, a compras, al sexo; imagínese una epidemia en las adicciones a internet, videojuegos, Facebook, etc.

Las sociedades no sabrán qué hacer, frente a las redes sociales, ni cómo responder al ocio, al consumo. Sencillamente las sociedades no tienen empleo, oportunidades decentes y dignas. Hoy somos menos protegidos por los sistemas de salud y de seguridad social y con menos años de esperanza de vida.

En las próximas  décadas las personas no sabrán qué hacer con su felicidad, su bienestar o su propia existencia.

Serán las redes, las tecnologías, los negocios, la publicidad, las que dictarán las vías, las necesidades reales y visuales y muchos se sentirán como personas ficticias, en confusión con su propio yo. Pero atrapado entre  su placer y sus propios límites. ¡Qué pena!

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