El mensaje no surtió el efecto deseado. Pedía tan solo una pequeña tregua, durante el período electoral hasta la proclama. El Presidente de la Junta Central Electoral no condenaba el barrilito. No censuraba el barril sin fondo de senadores y diputados. El uso abusivo e ilegítimo del Poder de parte de los representantes del pueblo. Apenas aspiraba a un mínimo de sacrificio que restaurara el equilibrio, roto desde hace tiempo, entre los candidatos del partido oficial y de los demás partidos. Su súplica fue desoída.
El presidente del Senado protestó airado. Defendió su loable iniciativa y dio el caso por cerrado. Desde la altura del Palacio, el Ministro de la Presidencia secundó al representante de su partido, el de la Liberación Nacional (sic). No faltó tampoco la voz conciliadora del clero, del Rector de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, apoyando sin reserva la labor social de los senadores.
El 22 de marzo, el doctor Pedro Catrain produjo otro discurso. Promovido como candidato a diputado por la Circunscripción No 1 del Distrito, por un conjunto de organizaciones políticas que procuran un espacio alternativo al sistema imperante, se presentó en el local de Participación Ciudadana y dio a conocer su Declaración Jurada en un gesto de Moral Política, pues no se limitó a señalar sus haberes y su procedencia, fruto de un ejercicio diáfano como docente y abogado por más de 30 años de intensa labor; sino que manifestó, sin ambages, su compromiso político. De ser electo diputado: a) renunciaría al barrilito, el que condena como ilícito y abusivo; b) no hará uso de las excesivas exoneraciones de vehículos de lujo auto asignados por los legisladores para su provecho personal; c) no cobrará los viáticos y jugosas dietas pagados aun sin asistir a las sesiones y comisiones de trabajo; d) en fin, actuaría conforme con lo que de él se espera: no defraudar al pueblo ni a sus electores.
La declaración de Catrain no sorprende. Se corresponde con su estilo de vida y con actitudes similares procedentes de diferentes partidos: Milagros, Minou, Pelegrín, Ito, W. Guerrero, y una minoría que honra su curul, legislando y supervisando con irrestricto apego a la ética, responsablemente; consecuente con investidura en defensa de los derechos del pueblo y lo más sanos intereses de la nación dominicana.
El efecto Catrain no se hizo esperar. El Cardenal, cual Júpiter, tronó condenando el barrilito y de paso enmendando la plana a su oscilante satélite; el Presidente del Senado reculó, flexibilizó su posición; legisladores de Partido Reformista declaran tampoco cobrarían el barrilito, sumándose a la decisión de sus colegas del PLD, por lo menos en lo que resta de campaña, y el presidente del Partido Blanco instruirá a sus legisladores para que hagan lo mismo. Pero el remedio, a medias, llega demasiado tarde. Cuando el daño ya está hecho, y el objetivo del bipartidismo: transfuguismo, clientelismo y corrupción de Don Dinero marca el sello de la presente campaña electoral; más se abre un pequeño espacio al futuro, mientras el Presidente de la República en su doble rol se divierte, desbordando su otro barrilito e impulsando las candidaturas que le favorecen.