Interpretación de una increíble eliminación

Interpretación de una increíble eliminación

Muchas interpretaciones surgirán de la eliminación del equipo dominicano en el Clásico Mundial de Béisbol en apenas tres partidos. Abatida la conciencia nacional, se culparán ausencias de grandes estrellas cuando la selección estaba preñada de “bigliguers” y las novenas que nos derrotaron la componían amateurs. Se sindicará inoportuno el bateo por hombres dejados en base y debilidad defensiva por errores cometidos. Se criticará la permisiva dirección personificada en el profesional más respetado del último medio siglo.

Más versiones circularán con el paso de los días.

Independiente de las justificaciones propias del juego, lo sucedido no deja de ser un reflejo del presente comportamiento nacional en lo organizativo y disciplinario: actitudes personales e identificación colectiva que resultan imprescindibles para la integración y éxito del trabajo en equipo, asignación de posiciones en función de aptitudes, sometimiento a entrenamientos, etc.

El béisbol revindicaba la estigmatización de indisciplina y desorganización, de desgano e improvisación, que gravitaban sobre  otros comportamientos nacionales. Los partidos comenzaban puntualmente, revestidos de respeto y solemnidad al iniciarlos con el canto nacional, contraproponiéndose a la impuntualidad e informalidad observados en otras manifestaciones de nuestra cotidianidad. 

Pero recientemente se ha contagiado con  manifestaciones de desorganización, indisciplina, irresponsabilidad e individualismo con que se nos estigmatiza. Sus retrasos y reyertas hablan por si solos. Se asumen papeles asignados con poca seriedad, en ocasiones sin tener preparación para ello y sin entrenarse colectivamente. Las encomiendas se toman con poca responsabilidad, con invenciones e improvisaciones. No se cultiva el sentido de equipo y cada quien procura protagonismo a costa del conjunto.

Estos comportamientos, de origen lejano, se han agravado bajo el influjo de realidades presentes.

Independientemente de las causas endógenas del colapso sufrido, debe dársele una interpretación social más amplia a lo sucedido. A la propensión a improvisar, a escoger precipitadamente quienes desempeñen roles, a no entrenarlos sistemáticamente, individual y colectivamente para conformar sentido de equipo; a la chercha e irresponsabilidad como son tomadas las encomiendas, a la desobediencia ante quien tiene autoridad moral.

Tales comportamientos no son exclusivos del béisbol. Están formando parte de una conducta que puede conducirnos a una disolución que ya comienza a manifestarse con la cultura del sálvense quien pueda o tomando la justicia en propias manos.

La fugaz eliminación de nuestro equipo de béisbol en el clásico mundial debe ser vista por las instancias responsables de la nación como una nueva y peligrosa advertencia disolutoria que debe provocar su encaramiento con la seriedad y profundidad que el caso requiere, en el béisbol y en los demás aconteceres de la nación.

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