Interrogatorio de compradora potencial

Interrogatorio de compradora potencial

Examinaba los títulos colocados en un estante de Centro Cuesta del libro, cuando fui abordado por una joven cuyo rostro albergaba unos hermosos ojos verdes.

Al colocarse frente a mí reparé en que sostenía en su mano derecha un ejemplar del segundo volumen de mi libro Mujeriegos, Chiviricas y pariguayos.

-¿Podría explicarme, don Mario, si una mujer fundillo loco, es alguna poseedora de un nalguifundio parecido al mío?- preguntó, mirándome con ojos picarones, y golpeando con su mano derecha la amplitud de sus posaderas.

-No, señorita- respondí, conteniendo un asomo de carcajada- una fundillo loco es una fémina coqueta, chivirica, que colecciona hombres, como otras lo hacen con aretes, o muñecas.

-¿Qué es un cincuentón pediátrico?- interrogó nuevamente, por lo que advertí que estaba citando temas y títulos de relatos del libro.

-Es un hombre que, al igual que la mayoría de los de su sexo, desde que llegan a edades pasado meridiano, enloquecen por las jovencitas.

Ante mi respuesta la muchacha retrocedió lentamente un par de pasos, y examinando de pies a cabeza mi anatomía de boxeador peso pluma, reinició el cuestionario verbal.

-¿Por casualidad es usted uno de esos viejitos que se ponen de mojiganga bailando en discotecas con muchachitas que podrían ser sus nietas?

-Por el contrario, desde que era un adolescente, me atraen las mujeres con más de treinta años.

Rió con gusto, colocando el libro sobre la erguida superficie de su pecho, mientras un caballero que cruzó frente a nosotros, guiñó un ojo y levantó convertida en puño su mano derecha.

Como viejo conocedor de la gestualidad del dominicano, traduje el significado de la mímica como alusión a lo buena hembra que era mi interlocutora.

-Como ha escrito sobre hombres que acechan a las mujeres cuando están desnudas, no entiendo eso del semi retiro de un orejero, pues dicen que el brechero no abandona su afición-manifestó sonriente, para añadir:

-Perdón, pero no quiero dejar de señalar que el hecho de que le gusten mujeres con más de tres décadas de añejamiento, lo lleve a enamorarse de una ochentona.

-Si tuviera que elegir entre una de dieciocho, y otra de ochenta, me decidiría por la viejita.

-¡Ay, este hombre si miente con cara de sinceridad!- afirmó, acompañando la frase con prolongadas carcajadas.

Felizmente, porque me estaba fastidiando el interrogatorio, la bella damisela se alejó hacia una de las cajas de la librería, y vi con satisfacción que pagaba el ejemplar de mi obra.

 

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