¿Intimidar a quién?

¿Intimidar a quién?

Parece estarse viviendo el tiempo en que las palomas le tiran a las escopetas. De repente, una empresa comercial trata de intimidar a Huchi Lora y a Nuria Piera, por haber dado a conocer los resultados de una investigación relacionada con el desayuno escolar.

Su pecado, sustentar la denuncia con pruebas contundentes. Para beneficio de la sociedad y conociendo la reciedumbre de los comunicadores, debe recordarse otro intento de intimidación fallida, aunque criminal y violento, del que el próximo domingo se cumplen 43 años.

La revista ¡Ahora! ubicada en la avenida San Martín con Ortega y Gasset, había suspendido su publicación desde que se iniciaron las hostilidades de la guerra civil en abril de 1965. La zona donde se encontraban sus instalaciones estuvo bajo el control de los estadounidenses y de las Fuerzas Armadas dominicanas que se plegaron a los invasores.

A corta distancia se encontraba el Cuartel de Transportación de las Fuerzas Armadas, desde donde el 15 de mayo de 1965 se inició la Operación Limpieza, mediante la cual un contingente mixto de las Fuerzas Armadas dominicanas, apoyado en todos los aspectos por la 82ª División de Estados Unidos, eliminó la presencia de los constitucionalistas en la parte Norte de la capital dominicana. Una de esas primeras acciones tuvo lugar cuando un grupo de militares penetró al edificio de la revista ¡Ahora! y asesinó a Diógenes Ortiz Cassó, administrador de la empresa, y Juan (Papito) Arias Contreras, Encargado de Circulación. Su pecado mortal fue el de laborar en un medio que defendía la Constitución, las leyes y la soberanía de República Dominicana.

La revista ¡Ahora! reanudaría su publicación cinco meses después, apenas dos semanas después de la toma de posesión del gobierno provisional presidido por el doctor Héctor García-Godoy Cáceres. Al volver a la luz pública, dejaría establecido que ¡Ahora! se pronuncia decididamente en contra de la intervención política y militar de los Estados Unidos en los asuntos dominicanos, así como en contra de la mal disfrazada prolongación de dicho entrometimiento norteamericano, bajo el tenue velo de la llamada fuerza interamericana de paz de la Organización de Estados Americanos.

Aquella declaración de principios fue suficiente para que, alrededor de la medianoche del martes 5 de octubre de 1965, diecisiete días después de publicado ese editorial, una enorme explosión destruyera el edificio donde estaban instalados los equipos y oficinas de la revista. Expertos en explosivos de la Organización de Naciones Unidas, encabezados por un Coronel canadiense, revisaron en detalle los escombros del edificio para tratar de identificar el artefacto que había provocado tanta destrucción. Luego de agotadora búsqueda concluyeron diciendo: Se usaron, por lo menos, cuatro proyectiles de artillería de 120 milímetros, conectados entre sí por un circuito eléctrico para detonar simultáneamente. Aquellos proyectiles tenían en su interior un total de 180 libras de explosivo C-4 de alta velocidad y potencia.

En aquel momento, el ex presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó fue el primero en condenar esa acción criminal diciendo que: La ultra reacción dominicana no puede soportar que se diga la verdad. Pero, aún así, no podrán evitarlo. Haciendo honor a lo expresado por Caamaño y a pesar de la criminal intimidación, la revista ¡Ahora! y el periodismo dominicano no se arredraron, sino que continuaron defendiendo la soberanía nacional y combatiendo a los criminales que se escondían dentro de las Fuerzas Armadas tratando de evitar que la democracia se entronizara en el país.

Si aquellos actos vandálicos y terroristas no lograron apagar la libertad de expresión de las ideas en momentos de guerra, menos aún podrán lograrlo unos cuantos comerciantes a quienes sólo interesan las ganancias económicas. Y si los que tratan de enriquecerse a toda costa le temen a la verdad y a que ésta sea expuesta para que el pueblo aprenda a identificarlos, que no violen la legalidad de los acuerdos a los que se comprometieron y que tanto han perjudicado a la niñez dominicana. Así que muy bien les vendría no seguir provocando a Huchi y a Nuria porque, además de que hablan con la verdad en las manos, no están solos en esta sociedad que aspira a disfrutar de transparencia absoluta para vigilar dudosas negociaciones con el Estado dominicano.

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