Intolerancia peligrosa

Intolerancia peligrosa

PEDRO GIL ITURBIDES
Es acto de salvajes el incendio provocado en un edificio que alojaba representaciones diplomáticas de varios países de Occidente en Damasco, Siria. Y habiéndose producido ello en Siria, nación regida por gobierno despótico, hemos de suponer que a los autores intelectuales los hallaremos en la cúspide del poder político. Por consiguiente, este ataque a las sedes

de los reinos de Dinamarca, Noruega y Suecia, y de la hermana república de Chile, no resultó de una reacción popular.

Este fue un acto político, premeditado y deliberado. Por encima de las llamas hemos de advertir, por tanto, el mensaje que se nos envía a los países de Occidente. De nosotros está el que lo leamos al derecho o al revés. No porque los sirios escriban de derecha a izquierda, sino porque de este modo se escribe en casi toda el Asia Menor y en buena parte del Asia islámica.

Las protestas populares se habían levantado contra la prensa danesa en varios de esos países. Fueron protestas tardías, pues la publicación que desata las iras de la intolerancia, fueron hechas por el diario Jyllands-Posten, el 30 de septiembre. Eran unas caricaturas del profeta Mahoma, que, quien escribe, no ha contemplado. Aunque, por supuesto,

procurará observarlas después de estos escándalos. Con posterioridad a la publicación del periódico de Copenhague, las reprodujo el diario francés France Soir, de París. Debido a que Francia está en salmuera a la luz de la intolerante visión de los extremistas musulmanes, comenzaron las quejas. En principio fue el rechazo a la probable mofa de que era objeto el profeta.

Más tarde, exacerbados los ánimos en esa cadena de exaltaciones que se prohijan en naciones como ésas, fueron los reclamos por una vindicación.

Posteriormente fueron las acusaciones a la prensa europea, de que actuaba por fanatismo o algo parecido. Después el incendio de banderas, incluidas las de Estados Unidos de Norteamérica, en varios de esos países. Y al concluir la semana, el incendio de todo un edificio que debió ser protegido por el gobierno de Siria.

Tengo plena seguridad de que ninguno de los enardecidos musulmanes que se han levantado contra las tales caricaturas, ha visto alguna de ellas. ¡No las hemos visto nosotros, que vivimos en naciones abiertas hasta a las críticas de lo que hacen nuestros intestinos! Pero gracias a los escándalos

que han armado esos defensores a ultranza de la fe de Mahoma, sin duda las veremos en breve. Aunque sea por publicaciones virtuales.

Los reinos de Suecia, Dinamarca y Noruega, y la república de Chile, sin embargo, no deben quedarse de manos cruzadas. Tampoco deben, como pura y simple censura a tal atentado diplomático, reclamar una reivindicación diplomática. Esas naciones están llamadas a lograr que, por las vías de los organismos multilaterales, se abra una investigación que permita poner las manos sobre quienes urdieron este incendio. Quienes vieron las fílmicas ofrecidas por servicios internacionales saben que no se estaba quemando un edificio vacío.

Más que escritorios y archivos, banderas y escudos, en tales sedes diplomáticas se alojaba personal que debió salir de manera apresurada, por ventanas y escaleras. En el fondo, por consiguiente, tal vez se procuraba alcanzar una purga homicida. ¿Es posible que este tipo de acciones ocurran

en estos tiempos, en naciones que se presumen civilizadas? ¿Hemos de admitir que ello ocurriese sin que una inmediata acción oficial, en un país de régimen dictatorial, determinara la protección de las representaciones?

Los gobiernos sueco, danés, noruego y chileno no pueden permitir que este atentado se diluya con excusas diplomáticas. Preciso es que se le ponga freno a esta expresión de peligrosa intolerancia. Esa intolerancia ha cobrado vidas de muchos cristianos, nativos de esos países, en años recientes. Pero eso sí, tampoco debemos permitir que George W. Bush encabece los reclamos de Occidente. Porque en cierta medida, su guerra vindicativa que nada vindicó en Irak, enervó a los musulmanes de esos países. Y ha dado las excusas para que los extremistas y fanáticos islámicos enarbolen banderas de latentes intolerancias. Porque el 11 de septiembre horroroso, inhumano, execrable, no tenía respuesta en una invasión como la de Irak.

Lo dijo entonces casi todo el mundo. Pero el Presidente Bush no escuchó a nadie. Por eso, desde entonces, el peor de los extremismos se solaza con eventos como éste de Damasco.

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