Un enfoque interesante, distinto y necesario para la habitual introspección a la que nos invita un nuevo año es la perspectiva colectiva, más que la acostumbrada reflexión individual. En ese sentido, ¿podemos afirmar lxs dominicanxs que tenemos plenamente caracterizada una identidad colectiva?
Desde los tiempos de La Colonia, hemos sido objeto de explotación y alienación cultural. Muchas teorías se tejen en relación a este fenómeno, tal como explica el propio Prof. Juan Bosch Gaviño en sendos de sus aportes literarios. Particularmente en “Composición Social Dominicana” (1970), el profesor plantea que, a la llegada de los castellanos, que sí disponían de una sectorización por clases, los nativos indígenas se encontraban en el neolítico superior. De modo que no había clases diferenciadas y primaba la propiedad comunal. Entonces abruptamente su desarrollo fue forzosamente interrumpido y dio paso al mestizaje, no solamente con los españoles, sino con los africanos esclavizados.
Por otra parte, los destacados economistas Daron Acemoglu y James A. Robinson, en su obra conjunta “Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza” (2012), establecen que la prosperidad y la pobreza están determinadas por los incentivos creados por las instituciones, las cuales a su vez son determinadas por la política y derivan en políticas económicas. Es decir, consideran que la clave de la prosperidad radica en el nivel de institucionalidad conque cuenten los respectivos países. Plantean que las instituciones que fomentan la prosperidad crean bucles de feedback positivo que evitan que las élites se esfuercen por minarlos y en sentido inverso, cómo las instituciones que crean pobreza generan bucles de feedback [negativo] y perduran.
Por consiguiente, desde el origen de nuestra civilización somos mestizaje, criollismo: No somos ni una cosa ni la otra, sino un punto intermedio donde converge la diversidad. Este fenómeno intrínsecamente facilita, como se describe en psicología a nivel individual, -atreviéndonos a hacer una analogía-, la codependencia: Un círculo vicioso donde no sabemos bien quiénes somos y cada quien tira a lo loco hacia ninguna parte. Se evidencia una seria tendencia a la autoanulación, con la finalidad de entregarse y cuidar al objeto de su afecto, por lo que estos individuos suelen ocupar posiciones subordinadas en sus relaciones “asimétricas”. (Jorge Castelló)
Por tanto, a los fines de avanzar como país autodenominado como Estado Social y Democrático de Derecho, de acuerdo al artículo 7 de la Constitución de la República Dominicana proclamada en 2015, hemos antes que nada reconocernos como un todo compuesto de múltiples elementos, matices y componentes. Y quizá el anterior planteamiento resuene anodino para algunos, pero considero que tiene especial trascendencia; pues, solo en cuanto reconozcamos el Pacto Social que nos une, identificándonos y aceptándonos en nuestras merecidas diferencias, estaremos en condiciones de hacer la reingeniería correspondiente para acercarnos al ideal que nos planteemos como nación. No se puede cambiar lo que no se conoce. Aquí surge la vital importancia de la Educación…
Partiendo de ese necesario reconocimiento y autoconocimiento, estaremos, entonces, en condiciones de trazarnos metas a mediano y largo plazo, que superen el vicioso ciclo político de 4 años. De hecho, contamos con una Ley de Estrategia Nacional de Desarrollo de la República Dominicana (END), promulgada bajo el número 1-12, el 25 de enero de 2012. La misma consta de un plan a 2030, que orbita sobre 4 ejes fundamentales. Los que en esencia plantean: La conformación de un Estado social y democrático de derecho, con instituciones que actúan con ética, transparencia y eficacia; la construcción de una sociedad con igualdad de derechos y oportunidades; una economía territorial y sectorialmente integrada, innovadora, diversificada, plural, orientada a la calidad y ambientalmente sostenible y una sociedad con cultura de producción y consumo sostenibles, adornados estos puntos clave de múltiples otros valores y perspectivas que aun no han cuajado del todo en nuestro país.
Lograr lo anterior implica necesariamente el compromiso de los diversos sectores sociales, voluntad política, continuidad de Estado y, como he planteado desde el inicio en este espacio, la veeduría ciudadana, la cual ha logrado importantes hitos en nuestra historia reciente (Marcha Verde, 4% del PIB para Educación, las protestas en la Plaza de la Bandera a inicios de 2020, entre otros.) Hasta una próxima entrega.