POR GERMAN MARTE
RANCHO VIEJO, La Vega.- Morena Santos caminaba a toda prisa con la pequeña Noelia, de dos meses de edad, envuelta en un lienzo, sin ni siquiera un paraguas para protegerse de la lluvia. La mujer iba como en el aire. Muy de cerca le seguían sus otros seis hijos, todos menores de doce años.
El taita se quedó tratando de rescatar lo poco que le había dejado la tormenta Noel, en cuya recordación le pusieron el nombre a la niña.
La mujer y sus siete hijos apresuraban el paso para llegar hasta una factoría de arroz donde pasarían la noche junto a otras familias del callejón El Alto de esta comunidad integrada en su mayoría por agricultores.
Iban por la carretera que comunica a Rancho Viejo con San Francisco de Macorís.
Pero el drama de Morena con sus siete hijos no era único.
Alrededor de 40 familias tuvieron que abandonar sus viviendas y salir en busca de un lugar seguro.
Cuando aún no se habían recuperado de los estragos causados por Noel, esta laboriosa comunidad vuelve a perderlo todo debido al desbordamiento del río Camú.
Aquí no hay ni siquiera un refugio oficial. El único lugar seguro es la factoría de arroz Tejada, donde como la de Noelia, un grupo de familia tendrá que pernoctar encima de viejos sacos de arroz.
Entretanto, las aguas del embravecido río Camú amenazaban con cubrirlo todo, con arrasar todo en su desbocada carrera hacia el Yuna.
Río arriba, como a tres kilómetros de allí, el puente de Barranca que comunica La Vega con varias comunidades al noreste de esta provincia tuvo que ser cerrado por las autoridades ante el peligro de que colapsara como ya lo hizo el puente de Ranchito.
El general de los bomberos Luis Esmurdoc definió la situación como preocupante, tanto aquí como en los municipios de Villa Riva y Arenoso. En estos últimos el peligro era el río Yuna cuyas aguas subían de nivel con el paso de las horas.
Según el padre Rogelio Cruz, quien recorrió el lugar junto a los reporteros de HOY, es necesario que el gobierno triplique sus esfuerzos y vaya en auxilio de los damnificado.
Entretanto, Morena trataba de improvisar una cama entre los sacos de arroz vacíos para acomodar a sus hijos.
Esta es la segunda vez en su corta vida que Noelia pasa por la experiencia de ser una damnificada, quizás por eso, ayer, su llanto no cesaba.