Inventario del mundo

Inventario del mundo

Se decía que el viejo hablaba solo, que estaba medio loco o “trasfullado”. Era verdad que murmuraba confusas frases para sí mismo; pero los ojos del anciano brillaban y recorrían las cosas “como palpándolas” o haciéndoles una especie de “inventario”. Un día, un nieto se le acercó por detrás y oyó claramente cuando dijo: Dios mío, dame energía, dame valor y serenidad, para afrontar todas las cosas que vengan con la vejez. El muchacho fue corriendo donde su padre a contarle lo que había oído: -el abuelo no está loco, lo que hace es rezar y prepararse para no se sabe para cuales trabajos que hará en los próximos tiempos.

-Sí, mi hijo, el viejo no está loco, aunque rezongue y diga a veces palabras ininteligibles. Siempre fue un hombre cabal; pero ahora, según creo yo, está pensando en la muerte, que ronda en invierno por las camas de los ancianos. Cuando lo visitó el cardiólogo le habló de “la cesación de los paisajes” y también de “la desaparición de los olores”. -¿y eso qué quiere decir? -Bueno, tal vez pretenda indicar que la muerte anula el paisaje circundante, que elimina la percepción de los perfumes. Es indudable que cuando los hombres mueren los paisajes permanecen intactos; y los perfumes siguen esparciéndose en el aire para regocijo de los que viven.
-Para los muertos, todo cesa y desaparece. La vida, hijo mío, está hecha de sabores, olores y tocamientos. El cuerpo es un sensor terrenal que disminuye su eficacia a medida que envejecemos. Atribuyen al rey Salomón haber escrito que para los viejos “pierde su sabor la alcaparra”. Según parece, los sazones de la comida no actúan del mismo modo en los jóvenes que en los ancianos. La alcaparra siempre es la misma.
-Los picos de las lomas y las copas de los árboles, continúan en su lugar, ofreciéndose a las miradas de todos, con sus verdes variados y piedras obscuras. Se gasta la pupila pero no la montaña. El viejo, igual que tú, se prepara para “pasar de curso”. Los viejos hacen un inventario del mundo para despedirse de él. No verán más las olas del mar, no sentirán olores frutales, ni viento, ni lluvia.

Publicaciones Relacionadas