Inversión, diversificación y planificación estratégica

Inversión, diversificación y planificación estratégica

Rafael Acevedo Pérez

Academias y órganos del Estado deben ocuparse de conocer mejor a su gente

Los filósofos clásicos decían que quien no sabe a dónde quiere ir, puede lo mismo divertirse que pervertirse, pero no llegará a lugar alguno.

Bastante parecido con la realidad de un país que a lo sumo se esmera en imitar patrones de consumo y crecimiento según directrices de potencias y agencias financieras del mundo occidental.

Sobre todo, los dominicanos vivimos celebrando una identidad y un ser nacional que desconocemos, una festiva inconsciencia.

Todo plan y toda acción humana deben empezar por averiguar quiénes somos. Ocurre, no obstante, que nuestras autoridades, y también los ciudadanos y aún los comunicadores, carecemos del adecuado conocimiento formal, científico acerca de quiénes somos los dominicanos de todos los tipos, ciudades y lugares; cuáles, nuestras reales necesidades, inquietudes y preocupaciones más profundas.

Aún las del día a día. Es imposible gobernar y orientar un país solamente en base a lo que dice la “clase” de comunicadores y de quienes se dedican a opinar con la libertad y la autoridad de quien ha estudiado nuestra realidad social.

Las academias y los órganos del Estado deben ocuparse de conocer mejor a su gente y de comunicarse con ellos y sus necesidades más sentidas. De oído no se gobierna.

Ni reactivamente frente a las demandas de tantos sectores, según su influencia o su capacidad de ruido y desorden.

Cualesquiera que sean los problemas y asuntos que se ataquen o se resuelvan, debe hacerse de acuerdo a un Plan de Gobierno (esbozado y engavetado sin mala intención). Y solo excepcionalmente, siguiendo las denuncias más frecuentes y bullosas en los medios.

Solemos despreciar la planificación estratégica; a menudo como si no existiese; o empleándola como un recurso de lejana referencia. Sin que siquiera se esté considerando con rigor el orden de los factores, esto es: Con arreglo y acuerdo a una escala ponderada de prioridades, que se base, a su vez, en criterios tales como importancia, urgencia, factibilidad, impacto sobre el consenso y la legitimidad, y el valor y peso estratégico de cada factor.

Un problema tiene valor estratégico cuando su solución permite o facilita la solución de otros. Por lo que un gobierno debe estar claro en todos criterios, especialmente, el de la ponderación valoración estratégica sistemática.

Y, obviamente, siempre debe trabajarse sobre bases de datos colectados con el rigor de los métodos de la ciencia (y luego ponderados conformando una escala de importancia estratégica). Lamentablemente, se tiene la impresión de un hiperactivismo disperso y multidireccional, ausente de herramientas planistas.

Dada la esforzada gestión gubernativa, frente a una pandemia desquiciante, finanzas desfalcadas, una deuda pública interna y externa de enormes proporciones; y un aparato administrativo con demasiadas carencias y deformaciones; lo más aconsejable es tener mayor cercanía y una referencia constante con un Plan Estratégico, respecto del cual es siempre más fácil corregir los errores y enderezar el rumbo.

Ello haría mucho más coherente la actual gestión de gobierno, y sus resultados a mediano y largo plazos, serían indudablemente superiores. Y mayor paz pública, legitimación y sustentación tendrían el Gobierno y del Estado.

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