McKinsey Global Institute en su nuevo informe Investing in productivity growth, explora el desempeño de la productividad en 125 economías durante los últimos 25 años y, en particular, su estancamiento. La lección más destacada de la investigación es que las empresas y líderes en las economías avanzadas y emergentes tendrán que tomar medidas para impulsar inversiones que aceleren la productividad.
El crecimiento de la productividad mundial en los últimos 25 años ha sido notable: la mediana se multiplicó por seis y más de mil millones de personas escaparon de la pobreza tan sólo en China y la India. Sin embargo, el crecimiento de la productividad no fue el mismo en América Latina, región que se mantuvo prácticamente igual en el mismo periodo.
En este caso específico de América Latina y el Caribe hace un cuarto de siglo, el nivel de productividad de la región estaba muy por encima de otras regiones emergentes, tales como China, India, Europa del Este, África Subsahariana, entre otras. Hoy en día se puede afirmar que su crecimiento es debajo de cero por ciento y se ubica muy por debajo de las zonas mencionadas.
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“Existe un estrecho vínculo entre el crecimiento de la productividad e inversión en innovación tecnológica. Una mayor inversión se asocia con un mayor crecimiento de la producción y la productividad, una menor inflación, mejores equilibrios fiscales y menores tasas de pobreza y desigualdad. En el caso de la República Dominicana, durante las últimas dos décadas, ha contado con una de las economías de más rápido crecimiento en América Latina y el Caribe, sin embargo, mantener este crecimiento dinámico que perdure en el futuro, requiere una mayor productividad”. Explicó Antonio Novas, socio senior de Mckinsey & Company.
América Latina ha tenido el crecimiento de productividad más bajo entre las economías emergentes, incluso más bajo que el de la mayoría de las avanzadas, como lo es América del Norte o Asia avanzada —sólo se encuentra por encima de Europa Occidental—. El crecimiento de la productividad aumentó, como ocurrió en la mayoría de las regiones emergentes, alrededor del 2% en el período 2002-2007, pero luego volvió a caer. El resultado es que América Latina apenas se ha movido en 25 años, mientras que la mayoría de las regiones mostraron avances significativos.
Este informe clasifica las economías en: carriles rápido, medio y lento de convergencia. Estos carriles están definidos tanto por los puntos de partida de las economías (su nivel de productividad en 1997) como por su velocidad (su tasa de crecimiento de la productividad). El conjunto de datos de este informe incluye 27 economías avanzadas y 91 economías emergentes. El carril central tiene economías de todas las regiones, que convergen lentamente con las economías avanzadas.
Entre 1997 y 2022, promediaron un crecimiento de la productividad del 2,1 por ciento.
Las economías emergentes de Asia dominan esta ruta, que también incluye economías de África subsahariana (Tanzania, Kenia y Uganda), así como algunos países de América Latina y el Caribe con resultados relativamente superiores como: Perú (2.8%), Costa Rica (2.0%) y República Dominicana (2.0%) en crecimiento de su productividad en 25 años.
El MGI afirma que la poca la inversión es la principal razón por la que América Latina ha quedado rezagada en comparación a economías emergentes exitosas. Por lo mismo, Chris Bradley, socio senior de McKinsey y director del MGI, comenta que “puede resultar difícil distinguir qué afecta a la productividad. Nuestra investigación ofrece un diagnóstico muy claro: la inversión. En la mayoría de los lugares, los aumentos de capital por trabajador explican entre el 70 y el 80% del crecimiento general de la productividad”.
Las economías latinoamericanas perdieron empleo manufacturero sustancial a pesar del bajo crecimiento de la productividad del sector. En parte, se debe a la persistente dependencia latinoamericana de las exportaciones de materias primas.
Para las economías emergentes, hay acciones clave que pueden tomar del manual de economías de “vía rápida” como China o India: impulsar la inversión de capital hacia una urbanización efectiva, hacia un aumento del tamaño y la productividad de los sectores de servicios y construcción, hacia la sofisticación e interconexión global de la fabricación, todo ello posible gracias a un entorno empresarial atractivo.
Por el contrario, es menos probable que las soluciones planteadas habitualmente, como la relocalización del sector manufacturero y el intento de influir en la combinación de sectores, aceleren nuevamente el crecimiento de la productividad. Mejorar la forma en que se mide el PIB y la productividad es una búsqueda que vale la pena, pero los impulsores de la desaceleración descritos en la investigación han sido reales y se han sentido profundamente independientemente de la medición.
Más allá de la inversión y la tecnología, el crecimiento futuro de la productividad estará determinado por cinco grandes enigmas en el horizonte: el envejecimiento de la población, trabajo híbrido, la creciente importancia de los servicios, tensiones comerciales e interrupciones en la cadena de suministro, y la transición energética.