Inversión preocupante

Inversión preocupante

En algunos barrios, como el Capotillo, se experimenta una situación preocupante, que, por supuesto, no es exclusiva de allí y que manifiesta tendencia a ser copiada en otros sectores.

Una dramática inversión de valores ha desnaturalizado gravemente las funciones que corresponden a los distintos segmentos de la sociedad, en perjuicio de la paz, el orden y la seguridad.

Hasta hace algún tiempo, se tenía entendido que la preservación del orden, de la tranquilidad pública y la seguridad ciudadana era labor de la Policía Nacional.

Los hechos, los reiterados hechos, permiten afirmar que ha habido un traspaso de funciones y que el orden está sujeto a la voluntad de bandas de delincuentes.

Las horas de paz, en Capotillo, Villa María y otros barrios están condicionadas a la voluntad de los grupos delincuenciales. El orden y la paz se interrumpen cuando a estos grupos les viene en ganas dirimir a tiros sus diferencias, en plena calle y caiga quien caiga, y nada parece poder o querer hacer la Policía para evitarlo o impedirlo.

No parece haber allí presencia policial suficiente como para actuar de manera preventiva, cuando los ánimos comienzan a caldearse, para, al menos, disminuir las posibilidades de disparos y «balas perdidas» que mayormente hacen blanco en gente de paz y de trabajo.

Los organismos de inteligencia de la Policía, con el respaldo de los de instituciones militares, deberían trabajar para ayudar a desarticular esos grupos antes de que crezcan y se hagan amos de la paz de los demás.

–II–

En ocasiones, las autoridades han efectuado «operativos» en esos sectores y ha capturado armas y uno que otro delincuente perseguido. Pero a juzgar por los acontecimientos posteriores y la repetición de las balaceras, se deduce que este tipo de operación demanda muchos recursos, mucho aparataje, pero rinde resultados muy limitados.

Las bandas parecen tener la sartén por el mango en algunos barrios y manejan a su antojo el orden y el desorden.

Por temor a represalias, mucha gente se abstiene de colaborar con las autoridades, para denunciar y ayudar a capturar a delincuentes. Algunos temen a bandidos y policías por igual, por sospechar que en algunas situaciones los hechos mismos denuncian algún tipo de contubernio con gente de uniforme.

Lo preocupante de la situación es que, por muchos que sean, los antisociales, en Capotillo como en cualquier otro barrio, son minorías que tienen a su merced a la mayoría, compuesta por gente laboriosa y honesta.

No cabe duda de que hay una ofensiva cada vez más fuerte y osada de parte de la delincuencia y de que la Policía Nacional no ha crecido, en términos de personal y equipos, al ritmo que lo ha hecho el crimen.

Se requiere que las autoridades tomen la ofensiva y que el orden y la paz pública estén bajo su control, no a merced de la voluntad de los delincuentes.

En Capotillo y Villa María, para citar dos sectores, vive mucha gente honrada y laboriosa que merece que su derecho a la paz esté debidamente administrado y resguardado. Hay que evitar que esta semilla del mal germine en otros barrios.

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