Investigaciones victoriosas

Investigaciones victoriosas

Eusebio Rivera Almodóvar

Investigaciones victoriosas. El nombramiento de “comisiones” para abordar situaciones engorrosas, peligrosas o excepcionales para el Gobierno fue popularizado exitosamente por Balaguer y el actual Gobierno lo ensayó pero decidió cambiarlo por la escogencia de “investigadores” civiles o militares cuya aparente principal gestión ha sido diluir escándalos en la prensa y las redes sociales y quitarle la atención pública a determinados casos y precisamente eso es lo que ha pasado con los crímenes descubiertos en La Victoria, donde se han producido reportajes, allanamientos, pesquisas, etc., encontrando barbaridades sin que hasta hoy haya un solo miembro de los encargados de esa cárcel sometido a la Justicia, mientras la ciudadanía espera que cada escándalo sea el último; es decir que la “victoria” en la investigación ha recaído sobre las autoridades del recinto porque hasta ahora no han sido responsabilizadas de esas graves irregularidades quedando los reclusos como los verdaderos héroes, a quienes acudía la gente de los alrededores de la cárcel, para que los liberara de los trucos de las compañías telefónicas vendedoras de Internet.

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Público, privado y estatal

Público, privado y estatal. Al igual que otros que utilizo, desconozco el origen y fecha de nacimiento del refrán que dice “no tan calvo como para que se me vea el cerebro, pero tampoco con dos pelucas” cuyo mensaje es más claro que un trueno en plena tormenta y quiero tomarlo de ejemplo a propósito del actual debate sobre las privatizaciones posibles, probables e intolerables de los bienes públicos.

Queda claro que cuando los servicios públicos, como salud, educación y transporte son deficientes, alternativamente prosperan esos servicios privados y como contrapartida, cuando lo privado esquilma, maltrata o estafa a la población, el Estado debería proveer atención complementaria o poner barreras ante la extorsión privada. De igual manera, la rotura del equilibrio y colaboración público-privada, engendra uno de dos demonios que los lingüistas o filólogos llaman dictadura si predomina el Estado o plutocracia si vence el sector privado.

En nuestro país no se evidencia una colaboración público-privada, sino una alianza o contubernio para beneficiarse mutuamente del Estado y en el medio está la sociedad, la población o el pueblo.

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