HILA, Irak (AP).- Cientos de personas, golpeándose el pecho en señal de dolor, revisaron presas de la tristeza los cadáveres dejados en una morgue el martes, en busca de familiares y seres queridos asesinados en un atentado suicida que dejó al menos 125 muertos, el peor ataque en su tipo desde la caída de Saddam Hussein.

   La policía de la provincia de Babil anunció que otras cinco personas sucumbieron a sus heridas durante la noche, lo cual elevó el número de muertos a consecuencia de las lesiones recibidas en el ataque a 10.

   Fuentes médicas dijeron que otras 141 personas resultaron heridas en la detonación, un ataque contra reclutas de la guardia nacional y la policía, en su mayoría chiítas, quienes hacían fila para someterse a exámenes en una clínica.

   La desaparecida periodista francesa Florence Aubenas, del diario Liberation, fue presentada en un vídeo dado a conocer el martes pidiendo ayuda, en la primera ocasión en que es vista desde que fue dada por perdida el 5 de enero. La grabación fue dejada en las oficinas de una agencia noticiosa internacional en Bagdad y no hay forma de determinar su autenticidad ni cuándo fue realizada.

   En Bagdad, un mayor de la Guardia Nacional de Irak fue muerto en un atentado con explosivos en un camino del vecindario sureño de Dura, dijeron fuentes del Ministerio del Interior.

   Dos cadáveres no identificados, uno decapitado y el otro maniatado, fueron encontrados flotando en aguas del río Tigris en Wasit, 90 kilómetros al sur de Bagdad, dijeron fuentes forenses en la cercana localidad de Kut.

   El atentado del lunes presenta el reto más fuerte contra el gobierno de Irak en sus esfuerzos por construir un aparato de seguridad sólido, capaz de tomar el control de manos de las fuerzas estadounidenses.

   El gobernador provincial Ualid al-Yanabi dijo a la prensa en Hila que no serían realizadas procesiones funerales en la ciudad debido a «cuestiones de seguridad»», sin dar detalles. Sin embargo, la policía teme que se lleven a cabo más ataques. La autoridades bloquearon las puertas del hospital con alambre de púas para detener a los cientos de familiares de la víctimas que buscaban desesperados información sobre sus seres queridos.

   La gente se reunió finalmente ante las listas con los nombres de muertos y heridos colocadas en los muros del hospital, gritando y llorando. Asimismo revisaron las pertenencias de las víctimas, entre ellas identificaciones, dejadas en cajas cercanas.

   Los deudos de la víctimas pusieron sus cadáveres en féretros y los llevaron a varias camionetas que los transportaron a las mezquitas de la ciudad y casas de sus familias, para ser limpiados antes de ser sepultados, de acuerdo con la tradición musulmana.

   Muchos de los cadáveres, quemados o destrozados, quedaron irreconocibles.