Iraquíes huyen de su tierra natal

Iraquíes huyen de su tierra natal

Por RACHEL L. SWARNS.
SAN DIEGO.– La desesperada huida de Assad de Irak empezó a pie.

Durante días, se trasladó de Irak a Turquía y de Turquía a Grecia. Pasó por remotas aldeas rurales y cruzó las aguas torrenciales de un río para escapar de la violencia que había causado la muerte de su primo y hecho a su padre ocultarse.

Finalmente, después de pagar a contrabandistas para que lo dejaran entrar en vuelos a España, Brasil, Guatemala y México, se unió al gentío de migrantes de habla hispana en un viaje en autobús hasta el umbral de Estados Unidos.

Assad, un cristiano iraquí de 21 años e hijo de un vendedor de licores, dijo que su estómago le dolía mientras trataba de convencer a los agentes de la patrulla fronteriza estadounidense aquí de que no era un inmigrante común.

“No soy una de esas personas”, dijo Assad, que cruzó la frontera con México el año pasado y recibió asilo, al describir cómo rogó para que lo aceptaran como refugiado. “Soy iraquí”, dijo Assad, quien pidió que sólo se publicara su primer nombre porque teme por la seguridad de su familia en Irak. “Necesito su ayuda”.

Conforme la violencia se intensifica en Irak y decenas de miles de sus habitantes huyen a países vecinos, un pequeño torrente de iraquíes está entrando a Estados Unidos pese a lo improbable que parezca. Como Assad, algunos han viajado por la frontera sur porque había pocas buenas oportunidades de asentarse en el exterior y límites estrictos a las visas para venir aquí.

Hasta el mes pasado, el gobierno de George W. Bush declinó admitir cantidades significativas de refugiados iraquíes atrapados en países como Siria y Jordania, diciendo que estaba luchando por estabilizar Irak para que su gente pudiera regresar con seguridad a casa.

Aunque varios miles de refugiados iraquíes eran admitidos típicamente cada año en el periodo del régimen de Saddam Hussein antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, sólo 466 se han asentado aquí desde la invasión estadounidense en 2003.

Bajo presión de legisladores en el Congreso, defensores de los inmigrantes y Naciones Unidas, el gobierno anunció en febrero que reubicaría a 7,000 refugiados iraquíes que viven en Siria, Jordania y Turquía, y hasta 3,000 lleguen antes del 30 de septiembre.

Se dará preferencia a los refugiados más vulnerables, junto con quienes trabajaron con los estadounidenses. (Los traductores que asistieron a los militares, por ejemplo, actualmente enfrenta una lista de espera de seis años para una visa designada para ellos.)

Sin embarg, funcionarios del gobierno enfatizan que esperad admitir a sólo una pequeña fracción de los dos millones de iraquíes que se cree viven en países vecinos. Creen que la mayoría de los iraquíes finalmente podrán regresar a casa.

“Estados Unidos y la comunidad internacional pueden ayudar mejor a los iraquíes desplazados sofocando la violencia en Irak y asistiéndolos para hacer a su país pacífico, próspero y seguro”, dijo el mes pasado Paula J. Dobriansky, subsecretaria del Departamento de Estado.

Grupos activistas que favorecen los límites a la inmigración han elogiado esa postura. “Están abordándolo de la manera correcta al tratar de limitar la reubicación”, dijo Mark Krikorian del Centro para Estudios sobre Inmigración.

Por ello, con pocas opciones más, algunos atemorizados iraquíes han tomado el asunto en sus propias manos. Los afortunados han obtenido visas para estudiar o visitar a familiares aquí y han solicitado asilo al llegar.

Otros, como Assad y su primo de 30 años, Nader, han pagado a contrabandistas miles de dólares por conducirlos en arduas jornadas a través de varios países y han pasado meses en centros de detención estadounidenses mientras se revisaban sus reclamaciones de asilo.

La gente que huye de la persecución en sus países puede buscar el estatus de refugiado aquí sólo si están en el exterior. Si pueden llegar a este país, son elegibles para solicitar el asilo. Y como la violencia sectaria en Irak se ha intensificado en los últimos años, el número de solicitudes de asilo ha aumentado.

En el año fiscal 2006, el número de solicitudes de asilo presentadas por los iraquíes ascendió a 511, respecto de 268 en 2004, muestran estadísticas gubernamentales. Un iraquí de 59 años, que huía de militantes que lo amenazaban por trabajar como traductor para las fuerzas armadas estadounidenses, dijo que no tuvo más opción que buscar refugio en Estados Unidos. Los militantes habían disparado contra su casa, incendiado su auto y dejado notas amenazadoras en su patio, advirtiéndole: “Tu momento llegará pronto”.

Luego en mayo de 2005, un grupo de desconocidos tocó a su puerta, dijo. Su hermano respondió y fue muerto a tiros.

El hombre, un chiita que vive ahora en Nueva York y habló a condición del anonimato porque teme por sus familiares que viven en Irak, aprovechó una rara oportunidad de venir a Estados Unidos para un programa de capacitación con una visa de visitante.

Una vez que llegó, soliticó asilo en diciembre de 2005 con asistencia de Human Rights First, un grupo de apoyo, se le concedió refugio aquí en febrero de 2006.

Ahora está luchando por traer a su esposa e hijos, que huyeron a Siria, a este país. También está tratando de reubicar a uno de sus hijos, que está oculto en Irak. Envía dinero para alimentos y vivienda, dijo, pero nunca es suficiente.

“Yo les daba sustento antes, pero nadie les da sustento ahora”, dijo. “Trabajé con el Ejército de Estados Unidos. Ahora mi familia tiene que pagar el precio”.

Assad y su primo, Nader, que también quiso ser identificado por su primer nombre, dijeron que eran blancos de ataques porque pertenecen a una familia cristiana de tenderos que venden licores. Nader dijo que militantes musulmanes armados entraron en la tienda que él atendía con su padre en agosto de 2003 y los acusaron de ser infieles.

Los hombres reaparecieron unos días después en casa de Nader y los golpearon a él, su padre y sus hermanos. Esa noche, dijo Nader, la familia abandonó su casa y se trasladó a una aldea en el norte.

Unos días después, Nader reunió tanto efectivo como pudo e inició el largo recorrido hacia Estados Unidos, donde tiene parientes. “Sentía que mi vida corría tanto peligro que tenía que partir”, dijo. Prometió a sus padres que enviaría por ellos cuando pudiera. Assad, que también trabajaba con sus familiares en una licorería, fue amenazado de manera similar. Después de que su primo fue asesinado en 2004, la familia cerró sus tiendas y se retiró a su pequeña aldea.

El padre de Assad lo instó a dejar el país. “Tenía mucho miedo, pero ¿qué otra opción tenía?”, dijo.

Nader emprendió el camino a Estados Unidos primero, pagando a contrabandistas más de 10,000 dólares para trasladarlo de Irak a Turquía, Grecia, Holanda, México y finalmente cruzar la frontera hacia esta ciudad. Fue detenido por funcionarios de inmigración durante casi tres meses y espera que se le conceda el asilo en abril después de que los funcionarios de inmigración completen sus verificaciones de seguridad.

Assad, que llegó aquí en marzo pasado, recibió asilo en agosto después de pasar cinco meses en un centro de detención de inmigración.

Con la ayuda de familiares y el apoyo de la agencia Chaldean-Middle Eastern Social Services, que asiste a cristianos iraquí, Assad y Nader se han acoplado a la vida estadounidense. Viven en un departamento de dos habitaciones en El Cajón, el cual comparten con el hermano de Nader que también busca refugio aquí.

Assad trabaja en un lavado de autos durante el día para ayudar a cubrir la renta. En la noche, él y sus primos a menudo practican inglés y bailan hip-hop en clubes locales. Y los domingos, se arrodillan en las bancas de la Catedral Católica Caldeana de San Pedro, saboreando la libertad de orar en paz.

Pero los jóvenes aún temen que sus familiares, que tienen poco acceso a comida, medicinas y gasolina en su país, pudieran ser secuestrados o asesinados. Pueden pedir la reubicación de sus familias una vez que se vuelvan residentes permanentes aquí. Pero el proceso de reunificación a menudo toma años.

Mientras tanto, se aferran a la esperanza de que Estados Unidos puera ampliar el número de sitios para refugiados disponibles para los iraquíes en el extranjero.

“Sabemos lo que es pasar por la penuria de vivir ahí y pasar por el infierno de tratar de llegar aquí”, dijo Nader. “Nos sentimos cómodos ahora, pero nuestras familias realmente están sufriendo”.

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