Ironías e insólitas coincidencias políticas

Ironías e insólitas coincidencias políticas

César Pérez

La perspectiva que tenía Occidente en la primera década después de la Segunda Guerra Mundial era una lucha sin cuartel entre dos sistemas: socialismo y capitalismo. Difícilmente alguien podía prever que cuatro décadas después se produciría la quiebra del socialismo soviético, y que hoy una variopinta internacional ultraderechas amenace con quebrar definitivamente los cimientes de esa democracia en que decía justificarse ese capitalismo. Muchas cosas han cambiado, se revitalizan las ideas fuerzas del nazi fascismo que se creían heridas de muerte y se producen insólitas coincidencias político/sociales, al tiempo de aparecer nuevas sensibilidades políticas. De esto, como país, parecería que no estamos enterados.

Después de la Segunda Guerra Mundial se lograron acuerdos internacionales en defensa de los derechos humanos. Hoy, la conjugación del colapso de los países del bloque soviético, la inevitable demanda de mano de obra extranjera del sistema productivo capitalista que se torna inmanejable, la aparición diversas expresiones de nacionalismos y secesionismo, se ha convertido en factor determinante para la aparición de una suerte de ejércitos en batalla contra esos derechos.

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Como antiguos ejércitos, ese amasijo de grupos se articula alrededor de las absurdas mitologías y de bajos instintos para combatir los regímenes de democracia representativa y a los Gobiernos progresistas o de izquierda, a los de impronta socialdemócrata e incluso a algunos Gobiernos norteamericanos, exceptuando el de Trumps, que les sirvió de apoyo y de modelo. En nuestro país, un grupito de nostálgicos trujillistas son amplificadores del discurso y acciones de esas milicias, básicamente las relativas a los temas migratorios y de derechos humanos. Insólitamente, en cuestiones fundamentales de ese discurso y en las acciones que del mimo se derivan, coinciden sectores políticos y sociales de signos y trayectorias muy diferentes. Una penosa ironía.

Es lo que sucede en torno a las declaraciones de la embajada de EEUU cuando llama a sus funcionarios afronorteamericanos a evitar lo que entiende posibilidad de verse envueltos en las frecuentes redadas contra nacionales haitianos o nacionales dominicanos de ese origen. EEUU tiene un dilatado historial de violación a los derechos humanos y de crímenes contra militantes de izquierda en diversos países y está descalificado para dar lecciones sobre ese tema. Tampoco tienen calidad para hablar de soberanía, empresariales que engrosaron sus fortunas protegidas por esa represión y negando todo derecho laboral y sindical.

La extrema derecha ha hecho del nacionalismo una religión política, dice Elie Kedourie, citado por Donal Sassoon.

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