Irracionalidad

Irracionalidad

El Ministro de Industria y Comercio ha tenido la gallardía y el buen tino de decirle a la opinión pública que no tiene espacios físicos en sus instalaciones para ubicar a los 22 Viceministros designados para esa cartera.

El imperio de la irracionalidad ha llegado a tal punto en la República Dominicana que esta información, casi una denuncia, hay que agradecerla y recibirla como un acto desusado que expresa  valentía y  arrojo.

Si nos quedamos en el significado económico de este hecho diríamos que Industria y Comercio tiene que disponer cada mes de casi cuatro millones de pesos para pagar esa retahíla de Viceministros, es decir, unos 48 millones de pesos al año. Este monto no incluye el vehículo, el chofer, la secretaria, etcétera.

Pero ocurre que las autoridades administrativas del Gobierno han dicho que los Viceministros nombrados por el Poder Ejecutivo son 325. Posiblemente estamos hablando de 280 Viceministros  en exceso de los dos o tres que debe tener cada Ministerio.

Sólo por este renglón el Gobierno estaría gastando más de seis mil millones de pesos al año. Un exceso que sale caro a los contribuyentes

La irracionalidad en los nombramientos lleva a la irracionalidad en el gasto público. Obvio. Más todavía: estas designaciones expresan la irracionalidad política que contiene la manera de hacer partidismo en el país, pues es ampliamente sabido que muchos de estos nombramientos obedecen a compensaciones y al pago de  lealtades y apoyos electorales.

Con leyes o sin leyes, se hace urgente y necesario parar esta manera de utilizar los fondos públicos y de imprimirle a la administración pública un sentido de “cajón de sastre”, en el que todo cabe.

La hermosura del servicio

Las historias de desprendimiento y de amor al prójimo encontradas en distintos puntos del país por los promotores del premio “Brugal Cree en su Gente”, según las relataron a periodistas y ejecutivos de este diario, es un refrescante y esperanzador estímulo para seguir creyendo en las bondades seculares de los dominicanos y las dominicanas. Hombres y mujeres que luchan a favor de los prisioneros para mitigarles sus precariedades; religiosas que cuidan de enfermos terminales, de ancianos y de niños desamparados; personas que vigilan el medio ambiente, jóvenes que recogen a  perdedores sociales. Obras de amor,  servidores verdaderamente desinteresados para quienes el anonimato no es un espacio de sufrimiento.

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