«Irremisiblemente condenado»

«Irremisiblemente condenado»

POR MANUEL A. FERMIN
La pretensa obra que dice ejecutora el gobierno que sale, a pesar de factores adecuados y propicios, las dificultades que pudo haber encontrado fueron agravadas por la incompetencia y la venalidad. El desquiciamiento de la economía, arruinada la vida, malogradas sus instituciones, expirante el crédito externo e interno, en fin, detenido el progreso, no es más que el resultado de un manejo demencial del gobierno. Pensábamos que estaban restringidas las absurdidades, pero que va, sigue en auge el error.

Discutiéndose en el Congreso seriamente un proyecto de reforma fiscal que le garantice al Estado los ingresos suficientes para atender los vacíos, los huecos presupuestarios ocasionados por los desvaríos financieros, por el manejo manirroto, irresponsable e inexcusable de las finanzas públicas, el gobierno en retirada vergonzosa, y por qué no llamarla apropiadamente: apestosa, se apresuró con un proyecto de ley que pretende exonerar de un vehículo a todos los empleados públicos. Por suerte desestimado por ser un desatino; así hemos ido, dando tumbos, facultades constitucionales echadas a perder en su respetabilidad por el mero hecho de lo complaciente, de lo clientelar en todo este proceder del sentimiento dadivoso.

Tan extraño y desconcertante comportamiento en el «duelo de la derrota», va dejando la ingrata impresión en el pueblo dominicano que lo buscado es para quebrar la invariable fe en las fuerzas nacionales; en la vocación de sacrificio y el espíritu de abnegación de sus mejores hombres y mujeres para salir adelante ante la escombrera que nos deja esta descalabrante «gestión» gubernamental.

A juicio con la verdad, nadie duda que las estremecedoras sacudidas del herido «buey que más jala» van dirigidas a restarle mérito y hallar motivos y razones de crítica a quienes a partir del 16 de agosto venidero tendrán la responsabilidad de dirigir el gobierno para tratar de vencer las alegaciones de «partida de mediocres e irresponsables que no harán nada por el país» héchales por la prédica cargada de imputaciones indignas, de tantos agravios e injurias; de un desbalance verbal como si la figura presidencial dominicana fuese seducida por las emociones más vulgares.

Lo más conspicuo en el cuatrenio que acaba de sido la siempre manifiesta histeria oficial preñada de afirmaciones de igual violencia; con estricto apego a la forma enfática convirtiéndonos en ciudadanos inconformes, irritados y rebeldes que como en toda obra de nación ese mismo estado de ánimo atiza la liberación. ¡Por eso el desmayo en Mayo!

Cuando la realidad le ha dado en pleno rostro, la administración perredeísta se inclina por el escándalo que días tras días nos dejan decisiones infortunadas del Poder Ejecutivo con la escurridera del bulto en materia de energía, desabastecimiento de combustibles, los masivos y cuestionables indultos de reos que no califican para la evaluación; lluvia de pensiones antojadizas y prebendarias a favor de amigos, familiares y seguidores; tierras estatales otorgadas en privilegios al dolo y la corrupción dirigida conscientemente; como designar toda acción de Estado al lucro. Parece que asistimos a una «grotesca piñata» nos dice el editorial del periódico Hoy del sábado 31 de julio del corriente, y hay que agregar, que esto no tiene precedentes en la historia dominicana; que ningún otro gobierno había disminuido sus indeclinables responsabilidades de Estado tanto, tan deprisa.

La lista comprobatoria de evasiones del liderazgo gubernamental nos marca un hito de peligrosa obviedad a los intereses a los que tiene obligación un jefe de Estado conciliar, y de brindarnos verdaderas explicaciones desprovistas de esa hostilidad neurálgica que ha caracterizado al gobierno saliente en todo su mandato.

De este ambiente, del tumulto partidario, de la desorientación, de la confusión de conceptos; de la total ausencia de finalidades, el gobierno presidido por Hipólito Mejía ha lucido fatigado; el agotamiento oficial revela la incapacidad de insurrecionarse en contra de los audaces servidores que asumieron el patrimonio estatal como suyo; primó el hacer lo que se quiere y no lo que se debe. Así nació el hábito de entregarse al menor esfuerzo como en los mejores tiempos de las monarquías republicanas y dieron a la interpretación del grito de esas cortes: ¡Enriquézcanse, Caballeros! Y así lo han hecho, abundantemente.

En algunos días este gobierno pertenecerá a la historia de la República. La historia absuelve o condena, y en el caso del gobierno del «Guapo de Gurabo», sin apelación, estará irremisiblemente condenado.

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